PENSAMIENTOS
Pésame por un perro
La necrológica de ‘Malo’ no dijo nada de las ceremonias de despedida. Parece ser que no las hubo. Al paso que vamos se pondrán de moda
«Ah, cómo hemos cambiado», se asombraba allá por 1991 el grupo Presuntos Implicados. La verdad es que en 33 años la sociedad ha evolucionado considerablemente, aunque todavía no sabemos si algunas cosas son para bien o suponen un claro retroceso.
La reflexión sale a colación por el nuevo rol que muchos perros poseen en el seno familiar. Se trata de un estatus privilegiado que les han concedido sus dueños. No es una conquista, algo imposible dada la diferencia de especies y el antropocentrismo reinante. Tampoco es una evolución generada por las modernas legislaciones, impulsadas en buena medida por los animalistas.
Coincidiendo con las Navidades ha llegado a mis manos un suelto periodístico sobre la muerte de ‘Malo’, el perro propiedad de la popular pareja de presentadores de La Sexta Iñaki López y Andrea Ropero. La mascota era «uno más de la familia», como hoy pasa en muchas casas españolas. Hasta ahí todo normal.
Lo curioso es la forma de redacción: era una auténtica necrológica, aunque de las baratas. Si el fallecido hubiera sido algún pariente real muy poco habría variado el estilo.
El texto estaba plagado de lugares comunes, que los malos periodistas utilizan cuando deben informar de un óbito y no tienen ni ganas ni tablas para hacerlo. Lo primero fue contarnos que el matrimonio «lamentaba la reciente muerte de su perro». La novedad «fue notificada», cómo no, a través de las redes sociales. Allí salió Ropero, madre de dos niños, posando con ‘Malo’ y recordando los buenos momentos.
Después lluvia de topicazos: «afrontar una dolorosa noticia»; «gran pérdida»; «lo están echando de menos»; «han compartido la tragedia» (éste es el mejor); «ha sido un mazazo» (éste tampoco es moco de pavo)…
El clímax llegó a la hora de narrar las reacciones a un acontecimiento natural y ordinario: «nada más comunicar el fallecimiento han recibido numerosos mensajes de condolencia y apoyo». La redactora nos ilustró con mucho detalle sobre los otros personajes que habían «arropado a Andrea en estos duros momentos».
La lástima es que se nos hurtó el texto de los llamativos pésames. No me veo yo en este trance.
Los grupos de mensajería nos han facilitado mucho las cosas en esas coyunturas. Mandamos un WhatsApp en primera instancia. Luego pensamos si acudiremos al tanatorio o al funeral (si es que va a haberlo). Asistir al entierro o cremación queda reservado para relaciones más íntimas. Nos da apuro llamar por teléfono para reconfortar a los deudos, aunque sea un gesto más humano y terapéutico.
En esto también han evolucionado los protocolos. En tiempos de nuestros padres y abuelos había velatorios en las casas, largos lutos forzosos por los difuntos y prolongadas misas para ayudar a las almas a alcanzar el Cielo.
La necrológica de ‘Malo’ no dijo nada de las ceremonias de despedida. Parece ser que no las hubo. Al paso que vamos se pondrán de moda.
Ya existen cementerios para perros y gatos, como proliferan los hoteles en exclusiva para mascotas.
Hemos «personificado» a nuestros animales de compañía. Se crean fuertes vínculos con ellos, los mimamos y los queremos mucho más que a nuestros semejantes.
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