Limón & vinagre | George Santos: Hasta el apellido parece falso
Estados Unidos es el paradigma del capitalismo, y allí, mentir sin producir riqueza está muy feo
George Santos ha sido expulsado del Congreso de EE UU por mentiroso, que ya es un motivo extraño de expulsión en un lugar al que, por definición, se acude a mentir. Pero hay mentiras y mentiras. Una cosa es inventarse que un determinado país posee armas de destrucción masiva para justificar una intervención militar que va a enriquecer a unas cuantas industrias, y la otra es inventarse un pasado que no va a enriquecer a nadie. Estados Unidos es el paradigma del capitalismo, y allí, mentir sin producir riqueza está muy feo.
Santos mentía desde su apellido, no porque no fuera de verdad el suyo —e incluso eso habría que comprobarlo— sino porque a alguien llamado así se le presupone un mínimo de honradez. Además, un santo no usa los fondos de campaña para suscribirse a OnlyFans, una web cuyos contenidos son más apropiados a demonios que a querubines. A un santo solo se le puede disculpar que esté en OnlyFans si es para demostrarse a sí mismo y al Todopoderoso que es capaz de resistir las tentaciones de la carne, y no parece que fuera el caso del congresista expulsado.
En EE UU son muy estrictos con la honradez de la gente, incluso con la de sus políticos. George Santos debería haber hecho carrera en España, su apellido latino le hubiera facilitado las cosas. Podría haber sido la gran esperanza blanca, de la derecha o de la izquierda tanto da, en España esas cosas se confunden. Aquí, Santos no habría sido jamás expulsado del Congreso, todo lo contrario, sería el político más valorado del país, y en lugar de calificarlo de corrupto se elogiaría la picaresca de que hace gala. Si algo se aprecia en España es la picaresca, con la excusa de que en nuestras letras nació este género literario llevamos décadas disculpando todo trapicheo que se lleve a cabo en el país. Cobrar ilegalmente 24.000 dólares del fondo de desempleo, como hizo Santos, se justificaría con una sonrisa —«quién pudiera», sería el comentario habitual—, y gastarse fondos de campaña en productos de Hermès, Salvatores Ferragamo y Sephora —como hizo también—, sería considerado normal, no va el pobre hombre a ir a los mítines vestido del Zara, la elegancia consigue votos, y una corbata de Hermès consigue escaños. Sobra comentar que en España es del todo impensable que congresistas de su mismo partido —fuera cual fuese— votaran a favor de su expulsión, como ha sucedido en EE UU: aquí se estila la defensa numantina del compañero de filas, no sea que al cabo de un tiempo el acusado de meter mano en la caja o de colocar a un familiar sea yo.
Pero Santos no se conformó con destinar a sus caprichos un dinero que debía dedicar a fines políticos, eso está al alcance incluso de cualquier político de medio pelo de cualquier comunidad autónoma española, de un congresista americano se espera algo más. Así que, puestos a demostrar que el apellido no hace al hombre, se inventó que sus abuelos habían conseguido huir del Holocausto, que su madre había sobrevivido al ataque de las Torres Gemelas y que él mismo era judío. Hay que reconocerle a Santos que no se conforma con cualquier mentira, sino que sabe cuáles le convienen más a un político a la caza de votos: ni el nazismo ni el islamismo habrían conseguido acabar con los antepasados de este judío resistente.
En EE UU el heroísmo vende, eso lo sabe Santos y lo sabe todo el mundo, y en un país donde todo se fabrica, fabricarse una familia heroica no podía ser malo. No le faltó a George Santos más que jurar que sus bisabuelos habían naufragado con el Titanic y se salvaron llegando a nado hasta la costa, para redondear un árbol genealógico inmune a todas las desgracias. Y así, remontarse hasta su primer antepasado conocido, que repelió el ataque de un tigre dientes de sable con su hacha de piedra. Tómese un pasado de desgracias que no consiguieron doblegar a la familia, alíñese con la pertenencia a una raza siempre perseguida pero nunca vencida, póngase diez minutos al baño maría y ya tenemos a un político americano listo para consumir. Con mucho menos hay quien ha llegado a la Casa Blanca.
Una vez inventada la familia, Santos tenía que inventarse a sí mismo. Tener una familia sufriente a la par que afortunada —una cosa de nada sirve sin la otra en EE UU— está muy bien, pero el self made man no puede faltar. De ahí surgieron sus falsos estudios en la Universidad de Nueva York —sufragados tal vez fregando platos— y su ficticio trabajo en Wall Street, antes de darse cuenta de que lo suyo era servir a los ciudadanos, no al dinero. Todo resultó ser falso, salvo su apellido. Ese solo estaba equivocado.
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