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Altruismo y hoteleros

Fachada de las Caputxines con material de obra del hotel Nobis apostado en la pared.

Fachada de las Caputxines con material de obra del hotel Nobis apostado en la pared. / À. F.

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

Nos enteramos por el Diario de Mallorca que Amancio Ortega se hizo el pasado agosto con la propiedad de dos de los hoteles lujosos del Centro Histórico de Palma. Uno de ellos, inaugurado hace un mes escaso en la calle Caputxines, frente al convento que da nombre a la vía. El otro, en Concepció, también disfruta en sus inmediaciones de un convento que sobrevive aún habitado por unas pocas monjas. Ambos edificios, antes que hoteles, fueron casales históricos de la nobleza mallorquina. No sé si para el futuro quedará alguna casa señorial en Palma que no se haya convertido en hotel además de Can Vivot, a cuyo protector, Pedro de Montaner, habría que hacerle un monumento.

Se acaba de vender, parece, can Pueyo, sin que se sepa aún qué ha sido de su valioso contenido catalogado y protegido, y previa decisión del Govern balear de no acceder a su compra. Entiendo que es casi imposible que propietarios originales mantengan sus bienes heredados si no poseen un bolsillo muy grande para mantenerlos. Pero la venta y posterior transformación en establecimiento hotelero, en muchas ocasiones, supone una desvirtuación arquitectónica del inmueble para meter habitaciones y cuartos de baño, spas y restaurante donde antes había grandes salas, porches y patio. Nos explica Myriam Moneo en su noticia que el modelo de estos dos negocios hoteleros de Ortega, quizás la mayor fortuna española, pasa por alquilar la explotación a gestores, en este caso suecos expertos en la materia; grandes empresas que prefieren sacar rendimiento al tiempo que liberan dinero al deshacerse de la propiedad.

Pero este artículo no va sobre las consecuencias, algunas positivas y otras negativas, de la excesiva mutación del centro histórico de Palma hacia un lugar al servicio del turismo. Aunque lo cierto es que en el equilibrio está la virtud y el punto medio no se está encontrando.

Quería, hoy, poner el acento en la tristeza que provoca que brille por su ausencia el altruismo de las empresas hoteleras que explotan nuestra ciudad y nuestra isla. Nos enteramos hace nada de que una federación hotelera le dio la callada por respuesta a Josep Forteza Rey en su empeño por limpiar las pintadas vandálicas de los muros de Santa Magdalena. ¿Acaso no saben los hoteleros que la mejora de la imagen de nuestra ciudad va en su beneficio y que bastantes de las pintadas las hacen turistas, clientes suyos, que vienen con el spray y la imbecilidad incorporada? Leemos continuamente sobre la expansión de sus negocios en costas lejanas, pero no vemos que impulsen ningún museo, ni centro cultural, ni que donen ayudas significativas para mantener el patrimonio público. Y ahora ni siquiera quieren aportar unos cientos de euros cada uno para limpiar un lugar céntrico. De escándalo.

Que pido mucho… creo que no, pero digo yo que si los propietarios de Mercadona o de Zara, han revertido algo de sus ganancias en otras ciudades españolas, podrían poner Palma en su punto de mira para algún gesto altruista. Y quizás alguna empresa turística se contagie.

Decía al principio que el hotel de la calle Caputxines, Nobis, se estrenó hace pocas semanas. Lo sé porque yo salía del Principal de disfrutar una obra de la compañía Sa Boira Teatre, y me colé en la inauguración para cotillear un poco sobre el resultado de las obras que, durante tantos meses, domingos incluidos, habían martilleado el lugar hasta entonces conocido como Can Oliver. Las paredes del convento y la Iglesia, justo delante, habían soportado más de un año la acumulación de sacos de cemento, palés de diversos materiales, contenedores de escombros y el váter portátil para los obreros. Aquella noche festiva ya no había más huella en las paredes del convento que las pintadas vandálicas que los desaprensivos habían ido haciendo esos meses, aprovechando que podían trepar por sacos, maderas y demás restos de las obras hoteleras.

Por ahora no me consta que desde el hotel se hayan puesto en contacto con las hermanas de la orden o con Aina Pascual o Jaume Llabrés, conservadores y estudiosos de las Caputxines. A ver si le trasladamos la idea a Amancio Ortega, ahora que sabemos que es suyo. Y que ese gesto, limpiar lo que quizás sus obras provocaron, solo sea el primero de muchos otros, y más significativos, por parte de diversas empresas y de los hoteleros de Palma y de Mallorca. Gestos que son necesarios y de justicia.

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