Al Azar

Javier Aguirre huele mal

Matías Vallés

Matías Vallés

El desastroso Javier Aguirre responde con un perfumado «esta pregunta me huele mal» a una cuestión demasiado educada de mi compañero Sebastià Adrover, que le concedía una prórroga hasta el Mallorca-Alavés cuando debió ser destituido tras el delirante Mallorca-Cádiz. Al plantearle con suavidad si el próximo choque era una final para el entrenador, donde debió ser «¿cómo se atreve a seguir en el banquillo cuando ha demostrado que no tiene ni idea de su trabajo?», el técnico repitió en media docena de ocasiones que «me huele mal», durante una diatriba personalizada de tres minutos. Queda claro que el hedor se extiende a quien formula la pregunta hedionda y al medio que representa, en el cumplimiento de su misión de interrogar a un millonario fracasado. Las preguntas no huelen, duelen.

Hasta un químico puede entender que cuando una situación apesta, existe una probabilidad considerable de que el mal olor provenga de quien lo denuncia. En ningún caso se nos ocurriría atribuir fetidez a las palabras de un hombre tan pulido como Aguirre, aunque el técnico atribuya esa cualidad solo a periodistas mallorquines, porque con la prensa madrileña se muestra solícito y servil. Es obligado por tanto contemplar la hipótesis de que quien huela mal sea el entrenador. Nunca desde luego en lo tocante a su perfume personal, ajeno a quienes a este fenómeno no queremos ni olerlo, se trataría de que Aguirre huele mal porque no sabe oler. O dicho de otra forma, huele tan mal como entrena al Mallorca.

Aguirre no distingue de olores, igual que no sabe discernir las potencialidades de un equipo que le viene grande, hasta obrar desde un banquillo el prodigio de lograr que Darder juegue mal. Se alegará con buen tino que el Mallorca ya no huele porque está muerto y enterrado, basta con remitirse a una victoria en catorce jornadas. Los partidos del equipo ni siquiera despiden mal olor gracias al ímprobo trabajo desodorante del técnico, que debió perfeccionar su réplica en «su pregunta me huele mal y mis jugadores no las huelen». El equipo inodoro, un poco hartos de perdedores que se creen que la isla gana con ellos dentro.

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