Miguel Tellado, vicesecretario de Organización del PP, ha dicho que Pedro Sánchez debería irse del país en maletero por la humillación a la que ha sometido a España con el pacto con Junts y la ley de amnistía. Raro castigo. Cuando le preguntaron por esta afirmación, amnistió al presidente en funciones, diciendo que era un «chascarrillo».
De Sánchez se puede decir de todo. Los fachas le argumentan «hijoputa». Al lado de eso, lo del maletero es una tesis doctoral y quizá por eso le preguntaron a Tellado qué quería decir. El vice, que lo había pasado bien dando caña de cervecería durante toda la comparecencia, aclaró que era «un chascarrillo». Chascarrillo suena más gracioso que «chiste». Los líderes de los partidos tienen personas que les escriben los chistes y los mejores zascas. Es una salida para los humoristas de taburete y radio, pero no llegan al nivel de un vicesecretario.
El maletero como medio de transporte tiene mucha tradición en el cine estadounidense: es donde van las víctimas de los asesinos en serie que están poblando el desierto; donde llora de miedo el chivato de la mafia antes de ser eliminado de modo horroroso. La capacidad de un maletero se mide en litros. A costa de ver películas, uno siempre piensa en litros de sangre.
El 3 de noviembre, Carles Puigdemont -que escapó en un maletero de la república independiente que había montado para 8 segundos- se fotografiaba sonriente ante el portaequipajes de un coche lleno de bultos, como dispuesto a volver. La foto funcionaba como chascarrillo gráfico, humor visual.
Como humanizamos todo llamamos «morro» a la parte delantera del coche y «culo» a la trasera. Puigdemont salió con toda la dignidad de la institución que representaba en el culo de un coche, como una mercancía ilegal en el recto de una «mula», como un inmigrante inverso. Por el pacto con el PSOE vemos que no se arrepiente de nada. Sería perfecto su regreso saliendo del maletero de un coche diciendo «Ja sóc aquí», según la nueva épica del independentismo catalán de derechas.