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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Política ansiolítica, ya

Aparentamos estar muy preocupados por la salud mental del país, pero pasamos de todo. Mire el preámbulo del pacto firmado por PSOE y Junts para que los independentistas de derechas apoyen la investidura de Pedro Sánchez y su gobierno progresista con carcas. Es un relato de parte tan subjetivo, que niega lo que hemos visto y oído y supera el más olímpico esfuerzo de empatía, de ponerse en la piel del otro, como decimos en España, o en sus zapatos, como dicen los anglosajones pensando en la piel de un animal muerto, que les conmueve más. Es un relato tan fuera de la realidad que un Carles Puigdemont cabal se negaría a firmarlo: «¡no me des la razón como a los locos!».

Después de acordar unos desacuerdos y pactar poco, Pedro Sánchez le ha dejado preambular a cambio de algo más de tiempo de juego. El antiguo baloncestista sabe que si los partidos entre igualados fueran sin tiempo ganaría el último que quedara de pie. Esa aceptación de una anomalía de partida vaticina una pésima relación, pero Sánchez no es de vaticinios, por eso no dejó ganar lo suficiente al confiado e indolente Feijóo, quien sigue en la fase de negación de toda ideología que no sea la suya, su versión foral navarra y la de Vox.

Hay que añadir que esa preambulancia puigdemontniaca, aceptada por Sánchez como relato loco que anda suelto para ganar tiempo, ha atropellado a mucho peatón de la historia y chocado con colectivos importantes.

Mucha preocupación por la salud mental de los españoles, pero no hay voluntad ansiolítica, sino, al contrario, una excitación emocional por la que España se rompe bajo nuestros pies y una investidura negociada es un golpe de Estado en la cabeza. Hay personas a las que la excitación se les contagia mucho y acaban teniendo que respirar en una bolsa de papel para apaciguar la hiperventilación. Se pasa fatal. Para controlar el ataque de pánico hay que concentrarse en la propia respiración y escuchar los vivas a la democracia y rechazo a las dictaduras, al menos de las que no existen.

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