Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Díaz Ayuso deja tirado a Feijóo al exigir a Sánchez nuevas elecciones

La presidenta de Madrid vuelve a marcar el paso al PP, otra vez se erige como exclusivo referente de las derechas españolas atizando con todo a las izquierdas

Ayuso y Feijóo el pasado junio. EFE

El don de la oportunidad, o de la inoportunidad, según para quién, lo posee sobradamente acreditado Isabel Díaz Ayuso, que siempre, cuando la ocasión lo requiere, deviene en la dirigente máxima de la derecha española pasando por encima del circunstancial presidente del PP, primero Pablo Casado, ahora Alberto Núñez Feijóo. La de Ayuso es cualidad innegable, que, demasiadas veces, sitúa a la dirección de su partido en el disparadero. A Feijóo, en el caso que nos ocupa, a pocos días de que se presente en el Congreso de los Diputados para pronunciar el discurso de su dada por imposible investidura, lo ha dejado con sus partes nobles al aire, literalmente tirado, en fuera de juego. ¿Cómo puede ser que solicite a Pedro Sánchez la inmediata convocatoria de elecciones cuando su teórico jefe de filas se presenta en la Cámara para ser presidente? Pues puede ser, y eso que no cabe duda de que Ayuso conoce sobradamente que Sánchez, al presidir en funciones el Gobierno, legalmente no está facultado para convocar elecciones. ¿Por qué lo hace entonces? La respuesta más plausible: para que se sepa que quien moralmente es la guía de las derechas españolas es ella y solo ella, que nadie en el PP, tampoco en Vox, reúne las condiciones que atesora para hacer frente a las disgregadoras izquierdas, a los que se encuadran en la anti-España, encabezados por el sanchismo, los independentistas, comunistas, los avaladores del terrorismo. Eso es Ayuso; a eso ni Casado ni Feijóo han sabido neutralizar. Resultado: Isabel Díaz Ayuso, en los instantes decisivos, emerge siendo la única política de las derechas capaz de rescatar a España de la sima en la que se halla. Mal asunto para el PP si alguna vez confía que con ella desaparecerán sus cuitas, que son las que le impiden ganar las elecciones, entendiendo por ello llegar al gobierno.

Al demandar su convocatoria con premura y firmeza ha dejado a Feijóo desarbolado ante el Congreso de los Diputados: ¿Qué puede decir sobre su programa para gobernar, si lo tiene, y qué argumentará para seducir a sus señorías si Díaz Ayuso toma la delantera y pide reencuentro con las urnas después de la llegada de los Reyes Magos? Nada. Feijóo ha quedado al pairo, o peor: desautorizado por la gran baronesa de Madrid, a la que el otro sobrevenido barón, el andaluz Moreno Bonilla, ni tan siquiera es capaz de enmendarle tímidamente la plana.

Tengámoslo claro: Isabel Díaz Ayuso es lo que es porque la fuerza de Madrid excede de largo la de las otras alternativas existentes en el PP, incluida la que representa el gallego Núñez Feijóo, que, íntimamente, no ve llegar el momento de retornar a la placidez de su tierra, en la que cosechaba sustanciosas mayorías absolutas, una tras otra. Madrid es otra cosa. Las Españas, laberinto insondable para la derecha de la capital del Reino, la que ordena y manda en el PP.

A todo eso, el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, se reúne en Bruselas con Carles Puigdemont, «presidente de la Generalitat catalana en el exilio», «prófugo de la Justicia», reencarnado carlista de rompe y rasga; trasplante del decimonónico pasado español, que, por pirueta del destino, después de ser vapuleado en Cataluña por las urnas, aplastado por los socialistas, superado por Sumar y el PP, es el fiel de la balanza para que fracase Feijóo, que ha tratado de tender puentes con él, ante el desespero de los suyos recalentados, que Sánchez llegue a la meta, o que vayamos a elecciones. Sorprendente. Ortuzar ha avalado a Sánchez; no se sabe si el carlista apostado en Waterloo atenderá a las razones del peneuvista u optará por dejar que llegue el estropicio. El mundo de la política española en sus manos, o no.

Acotación patética.- Podemos, en sus estertores finales, ofrece patético espectáculo. El fin de semana exigió que la carbonizada Irene Montero, estado que se ha ganado a pulso por gruesos errores nunca reconocidos, vuelva a ser ministra. Dislate mayúsculo amparado por el desquiciado Pablo Iglesias, que no se resigna, desaparecido de los medios de comunicación, a ver cómo se le esfuman junto a su mujer demasiadas prebendas.

Compartir el artículo

stats