Viaje de la desigualdad al #MeToo
Hace solo una semana las futbolistas españolas hacían historia al ganar el Mundial de Australia, el evento que se convirtió en fenómeno de audiencia, de asistencia a los partidos, de inversión publicitaria y patrocinio. Un paso de gigante universal para la igualdad en el deporte. Y como todo Mundial, ese minuto de oro, ese «el mundo nos mira» que da pie a las revoluciones. La selección norteamericana de Megan Rapinoe aprovechó en su momento su triunfo en el Mundial para reclamar no, exigir públicamente la igualdad salarial con los equipos de los hombres, que, por cierto, tampoco abrieron mucho la boca en aquella lucha. La selección australiana, anfitriona en este Mundial de 2023, ha utilizado el altavoz para reclamar inversión pública en formación y menos desigualdad, y ha logrado que su Gobierno se comprometa a inyectar 200 millones de dólares en el fútbol femenino mientras que la AFLW, su liga deportiva, también salvará la brecha de género en los premios económicos, que eran cuatro veces superiores si el equipo ganador de un torneo es masculino.
¿Qué hicieron las españolas? Dieron mayoritariamente las gracias a familias y a la afición, se ilusionaron ante la respuesta social al fenómeno, el apoyo multitudinario, y confiaron en que supusiera un cambio de era y que el deporte femenino por fin fuera respetado desde los patios de colegio. No llamaron al respeto obligado desde los cimientos de la institución deportiva, no, pero tampoco hizo falta: la conducta bochornosa del mismísimo presidente de la Federación, Luis Rubiales, en el mismo palco y luego el podio pero también en cada explicación, gesto y réplica, ha avivado las llamas de la revolución del «se acabó» que se fraguaba a fuego lento. No va solo de desigualdad.
Revoluciones similares siguen su curso en todo el planeta. En Nueva Delhi, las atletas llevaban años denunciando abusos en el seno de la federación, de manos de su presidente y otros altos cargos. Estas semanas arrancaron su #MeToo con plantes ante la opinión pública para difundir sus agravios y una acampada. Fueron dispersadas por la policía, y el presidente de su federación no solo niega los hechos, se dice además víctima de una conspiración y se aferra al cargo. Esa federación ha sido ahora suspendida y en septiembre los deportistas indios, hombres y mujeres, que compitan para la clasificación olímpica lo harán como atletas «neutrales». La mecha del #MeToo ya ha prendido en el deporte.
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