La elección de Francina Armengol, por amplia mayoría, como presidenta del Congreso de los Diputados supone una primera clarificación del panorama institucional y político español tras las Elecciones Generales del 23 de julio y todo un revulsivo y proyección de Balears dentro del convulso panorama político nacional. La decimoquinta legislatura se inicia con una mujer de este archipiélago, la expresidenta de su Govern, como tercera autoridad del Estado y la encargada de canalizar y llevar a buen puerto la máxima expresión de la soberanía popular. El reto, vista la composición de la Cámara Baja, está cargado de complejidades y resulta apasionante. Requiere un temple, unas habilidades y un bagaje político que la mayoría que la ha catapultado al cargo ha sabido ver en la líder de los socialistas de Balears.
Francina Armengol se sitúa en la línea del también socialista mallorquín, Félix Pons, el único mallorquín que había ejercido la presidencia del Congreso. Lo hizo durante una década, entre el 15 de julio de 1986 y el 27 de marzo de 1996. Armengol, en su discurso de toma de posesión, reivindicó la figura de su antecesor, «un intelectual y humanista que, sin hacer ruido, contribuyó a consolidar nuestra democracia». Los tiempos han cambiado, pero la misión que tiene ante sí ahora Armengol no difiere en exceso de la desplegada por Pons porque, acorraladas por fuerzas retrogradas y de extrema derecha, algunas libertades democráticas y derechos básicos se tambalean de forma inesperada y preocupante.
Armengol deberá emplearse a fondo, con habilidad, pero a su favor, en tiempos difíciles, tiene una posición de partida mejor de la que ella misma y su partido esperaban. Ha sido elegida por una amplia mayoría absoluta que le dan los 178 votos del arco parlamentario conformado por PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, EH Bildu y BNG. Es un respaldo plural que representa a una España diversa y que tiene una clara expresión en la cooficialidad de idiomas. Precisamente esta cohabitación de lenguas ha sido la primera medida que la nueva presidenta ha querido llevar a la Cámara. Desde el primer momento se ha comprometido a permitir el uso del catalán, el euskera y el gallego en las sesiones parlamentarias. Frente a ello, tendrá la oposición de PP y Vox, aparte de algunos impedimentos técnicos por salvar, pero la medida no deja de ser un reflejo de la realidad sociológica y cultural de España que necesita hallar su cauce adecuado en el Congreso.
La composición de la Mesa de la Cámara Baja es solo un primer paso, un entente inicial para arrancar la legislatura que sin embargo no garantiza la estabilidad de ningún gobierno, pero es un inicio mejor del presumido y una demostración de que, con diálogo y consenso, todo es posible es beneficio de la sociedad española. Francina Armengol, desde su nueva responsabilidad, está llamada a contribuir a ello. Tiene una oportunidad de primer nivel para dar buena cuenta de la talla política y personalidad que la han llevado a la presidencia del Congreso y con ello, de paso, resaltar el papel de Balears.