Diario de Mallorca

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José Francisco Conrado de Villalonga

A mí también me llama la atención

He leído un artículo de Norberto Alcover en Diario de Mallorca publicado el día 6 de julio bajo el título Me llama la atención en el que desgrana hasta quince temas de actualidad que le «llaman la atención», al ser asuntos importantes e «inesperados» para él, tales como la «expansión de Arabia Saudí», «el vigor de Vox», «que Sálvame (programa televisivo) se convierta en un funeral», «la relación del grupo Wagner y Rusia», etc., hasta quince asuntos significativos, «y otras muchas cosas más que me llaman la atención para las que no tengo respuesta», dice el padre Alcover. A mí también me llama la atención que no diga él una sola palabra en relación a las noticias de Diario de Mallorca publicadas los días 2 y 3 de julio sobre abusos sexuales y violaciones cometidos contra una mujer o niña indefensa, durante más de treinta años, por dos sacerdotes de la Compañía de Jesús, concretamente de Montesión, cuya misión era tutelar y enseñar a niños y adolescentes. Me dice un compañero de colegio y amigo de toda la vida que llamó por teléfono al padre Alcover para expresar su pesar y repugnancia por la noticia de los dos sacerdotes violadores, y el que fue rector del colegio durante años le contestó que no tenía nada que decir ya que esto estaba en los tribunales. Y le colgó el teléfono. O sea que a Alcover el tener o haber tenido a dos depredadores sexuales en el colegio no le llama la atención.

Vaya por delante que yo soy antiguo alumno del colegio de Montesión, igual que Alcover y que mi amigo comunicante. Fuimos compañeros de curso, fueron muchos años de estancia allí en un periodo crucial de nuestra vida y esta noticia me ha causado profundo dolor, vergüenza, repulsión y desazón. No es admisible que dos sacerdotes, el padre Luis Añorbe y el padre Fernando Meseguer, se hayan comportado durante años como auténticos depredadores sexuales, abusando y violando a una joven mallorquina, prevaliéndose de la superioridad moral que ella, la víctima, les suponía y a los que seguramente acudía en busca de ayuda, consuelo y consejo espiritual, y su auxilio consistió en violarla sucesivamente, uno tras otro, durante años. La consecuencia de sus acciones libidinosas, incurriendo en delitos de pederastia y de estupro, han sido fatales para la niña que confiaba en sus superiores a los que les concedía la autoridad moral que se le supone a un sacerdote y profesor. Su ingenuidad le ha dejado secuelas psicológicas incurables. Está en tratamiento psiquiátrico por enfermedad grave y posiblemente irreversible. ¿Qué concepto de la moral y qué sentido de responsabilidad tienen estos dos sacerdotes educadores de niños?

Esta misma reflexión la aplico, con indignación, al Obispado de Mallorca, que tiene en su seno a otro sacerdote incardinado en nuestra diócesis, del que el Obispado oculta su identidad y que ha actuado igual que los dos anteriores, con la misma persona. La pobre mujer iba en busca de consejo y consuelo por el calvario que estaba pasando y acabó siendo violada nuevamente y sucesivamente, hasta incluso en el hospital en el que estaba tratándose de las heridas infligidas, ¡qué horror! Lo cual, por lo que se refiere a la Diócesis añade un plus gravedad, está dando protección a otro agresor al ocultar su nombre, cuando es absolutamente necesario que la sociedad sepa quién es y le pueda dedicar el rechazo general que se merece.

La solución y explicación que dan tanto jesuitas como Obispado ante tan deleznable asunto es que el caso está en manos de los tribunales eclesiásticos, en Roma, lo cual quiere decir que pasarán los años, en un limbo —el tiempo en la Iglesia transcurre a un ritmo más lento que en la vida civil—, hasta que el escabroso tema se olvide. Al parecer también los tribunales penales ordinarios son conocedores de este escándalo, confiemos en una mejor diligencia, y una pronta condena sin paliativos.

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