A nte esta próxima convocatoria electoral, por su trascendencia, conviene prestar atención a los aspirantes a ocupar un puesto en el Gobierno, los órganos de representación, en el Congreso, en el Senado, en alguna responsabilidad dentro de la administración del Estado. Los que de alguna forma escribimos y lo hacemos, -con oficio o sin oficio-, desde la soledad, pensando en que alguien nos leerá, debemos ser observantes, oyentes de póstulas, en una entrevista en la radio, la prensa, la televisión. No hay otra forma de dirigirse a los electores salvo escribir y ello supone al escribiente asumir una responsabilidad ante el lector, por ello debemos hacerlo de manera equilibrada, disciplinada, de forma organizada, hay que pensar, volver a pensar, discrepar de aseveraciones, con uno mismo y seguramente también con los leedores, a los que se les supone interés y talento. Este es el propósito. Si lo hacemos bien, puede resultar lo que escribimos, de interés para el elector, una ayuda para la reflexión y tal vez derive, lo que escribimos, un texto o escrito de contenido literario, ¡ojalá! Para que sea así, debemos ser críticos con lo que vemos, oímos y con uno mismo.
De las entrevistas que concede Sánchez, se infiere que piensa que está dando la vida por el país, que se ha estado inmolando por la Constitución, por el diálogo, por la economía, por las pensiones, por la unidad del país. Sus adversarios no están a la altura, su palabrería hueca, que intenta sea afable, no oculta su chulería barriobajera. En cualquier caso, gracias Sr. Sánchez por su entrega a la salvación del país. En cuanto a Feijóo, se le nota cierta bisoñez, -que no le perjudica-, se le podría recomendar que practicase algo más antes de salir en pantalla, no es lo mismo presidir una comunidad autónoma que el gobierno de la nación, necesita transmitir convicción, seguridad y enumerar claramente los errores y consecuencias de los últimos años de sanchismo. Ya hemos entendido… que si no se les vota a ellos -Sánchez o Feijóo- llegarán los cuatro jinetes del Apocalipsis de la Biblia, que el caballo negro ira montado por un jinete que traerá el hambre, otro en un caballo rojo que traerá la guerra, el caballo bayo, la muerte y quien cabalgara el caballo blanco será el de la esperanza. Esto además de ser pueril, ha quedado demostrado lo contrario. Incluso, con este gobierno, este mal traído país, mal que bien, sigue marchando, sin hambre, sin guerra, sin muerte. San Cipriano de Cartago en el S.III decía que fuera de la Iglesia cristiana no había salvación posible, -extra ecclesiam nulla salus-. Esta visión patrística de San Cipriano tenia su sentido en aquel momento histórico y por supuesto no sería extrapolable a algún partido político, ninguno de ellos tiene la clave de la salvación, es más el pretender trasladar a la ciudadanía que la única «salvación posible» la tienen ellos y sus partidos puede resultar irritante para unos posibles votantes, votantes que están perdiendo la fe.
Por ello del seguimiento de sus continuas manifestaciones, declaraciones, tachas a sus adversarios se observa la falta de preparación, dificultad en ordenar sus ideas de forma coherente, lógica y, centrarse en el programa, resaltando los puntos principales antes que los secundarios de forma que elaboren un discurso lógico y convincente. Para ello se requiere aprendizaje, práctica, persuasión, que al parecer no la transmiten. La redacción y la oratoria -oralidad- es un arte que requiere preparación, deben de organizar sus ideas, ya los romanos exigían que antes de hablar se preparase un «redactum» -del verbo «redijere» que significa poner en orden el pensamiento-. Hay que escribir y hablar con coherencia para que el receptor pueda entenderlo. El discurso debe ser constitutivo de una unidad con sentido lógico que facilite su comprensión, la estructura de los contenidos deben ser claros e identificables, deberían de ser escrupulosos con la sintaxis. Una sintaxis correcta es importante en la comunicación, la combinación de las palabras entre sí debe ser la adecuada. La reiteración de una palabra o un enunciado en un discurso produce rechazo, dificulta la comprensión, demuestra pobreza de expresión y de vocabulario y por supuesto torpeza. La repetición de una frase una y otra vez llega a perder sentido, comienza a sonar raro, hace que la frase disipe el sentido de lo que se quiere transmitir, resulta redundante, cansino, indica pobreza semántica, en gramática se denominaría pleonasmo. Hay que trabajar en ordenar las ideas y evitar duplicaciones. Hay que saber que la incesante reiteración, el ir y venir del mismo argumento resulta insoportable. «El ir y venir» solamente alivia cuando se trata del fuego de una hoguera o de olas del mar.