escrito sin red
Víctimas
Tras los resultados de las elecciones del 28 de mayo y ante la posibilidad de una derrota el próximo 23 de julio, la izquierda va llorando por las esquinas su condición de víctima de los bulos, mentiras y desinformación de los malos, la derecha mediática y la derecha cavernícola, que pretenden hacernos volver a la dictadura de Franco, al fascismo, nunca desaparecido, que aguarda, agazapado, para lanzarnos el zarpazo que acabe con un tiempo de esperanza, virtud y justicia. En primera línea, el líder más valiente, Sánchez, que va pregonando por radios y televisiones del poder oligárquico mediático, antaño desafectas, el buen hacer de su Gobierno en economía, educación, justicia, o la pacificación de Cataluña y el País Vasco. Sánchez denuncia con amargura la crueldad de la derecha, que intenta desfigurar su extraordinaria gestión al frente de los destinos de España motejándola peyorativamente como «sanchismo» y formulando como único mantra electoral la expresión «derogar el sanchismo» que no significa otra cosa que hacer retroceder al país veinte años, quizá más, y asimilándole a él con un monstruo de siete cabezas que va a destruir España.
Sánchez afirma (¿por qué nos ha mentido tanto?) que nunca ha mentido. ¿Acaso mintió Suárez cuando dijo que no legalizaría al PCE? ¿Acaso lo hizo Felipe González cuando decía que la OTAN, de entrada, no? No mintieron, rectificaron. Por el contrario, Aznar, sabiendo que otros eran los autores del atentado terrorista del 11M, atribuía la autoría a ETA. Suárez y González rectificaron por tener sentido del Estado. Si Sánchez incumplió sus promesas de no pactar con ERC ni con EH Bildu; si afirmó que no podría dormir con Podemos en su Gobierno; si dijo que no habría indultos para los golpistas catalanes; si calificó los acontecimientos de 2017 no como sedición, sino como rebelión, no fue porque sus compromisos electorales fueran mentiras; estaban contraídos con la intención de cumplirlos. Si después rectificó fue porque, desde su responsabilidad como presidente y con sentido del Estado, era su deber hacerlo. No fue por la poltrona que pactó con Pablo Iglesias, ni por lo que indultó a Junqueras y compañía, ni por lo que pactó presupuestos con ERC y EH Bildu, ni por lo que hizo lo mismo con la ley de vivienda, presentada con toda la parafernalia en el Congreso por EH Bildu. No fue para mantenerse como presidente que suprimió el delito de sedición y rebajó la malversación. No lo hizo por el poder sino por su alto sentido del Estado. Si aprobó la ley trans, si hizo lo mismo con la ley sí es sí y la valoró como un ejemplo de ley pionera para Europa, lo hizo por su creencia en que eran hitos feministas, aunque le costaran la desafección de Carmen Calvo y demás feministas del PSOE; los informes negativos del CGPJ, del Consejo de Estado y del propio ministro de justicia no eran concluyentes y se procedió a su rectificación, técnica, no política, con el auxilio político del PP, seis meses después, por unos efectos indeseados que aunque hubieran sido avisados por los organismos consultivos sólo se hicieron patentes con las sentencias absolutorias (unas mil doscientas) y la puesta en libertad de 115 violadores. No cesó a Irene Montero ni a Ángela Rodríguez, Pam, por esta ley y por los insultos a los jueces (machistas y prevaricadores; no habría absoluciones y mucho menos violadores en libertad), ni por atribuir a los hombres la condición de ser «bastante violadores». No lo hizo por mantenerse como presidente sino por «sentido del Estado», que peligraría en la situación de inestabilidad institucional. Si naufragaba el Gobierno PSOE-Unidas Podemos, naufragaba el Estado; eso, de ninguna manera podía consentirlo.
El agresor a sus contradictores desde el poder de jefe del Gobierno, señalándoles por su nombre, sean Patricia Botín, Juan Roig, Sánchez Galán o Amancio Ortega; el parlamentario que desde su soberbia vulnera las reglas parlamentarias ignorando toda cuanta pregunta se le formula para colocar sus robóticos ataques a la oposición; el que faltando a su posición institucional se erige en oposición de la oposición, se ha convertido por mor del 28M y las elecciones del 23J en una víctima de los desafueros del PP, de Vox y de los poderes ocultos que, con dinero, pretenden frustrar las esperanzas de los españoles humildes, puestas en las fuerzas de izquierdas. El agresor se lamenta, con la gestualidad impostada de un pobre pollo, de una conspiración mediática contra su Gobierno, ajena al verdadero sentir de los españoles. Va a por todas, con la determinación que imprime la convicción de estar en el lado bueno de la historia, arrasando. En las entrevistas no da opción a preguntas de los periodistas; como en el Congreso, él tiene una misión que va más allá del Parlamento o de la televisión, no va a consentir que con preguntas mal intencionadas se desfigure la gestión del Gobierno feminista. Aunque todo el esfuerzo pedagógico de Sánchez se ve contradicho por una antigua feminista comprometida con el PSOE: Amelia Valcárcel, que ha afirmado: «El PSOE ha perdido el voto de las mujeres porque el Gobierno las ha ofendido». La filósofa y catedrática ha dado su confianza a Feijóo (¡Qué vergüenza de amargada resentida!).
En Mallorca, nacionalistas y progres sollozan por las esquinas, clamando por la injusticia de la derrota. Sólo hay justicia cuando los votos los favorecen a ellos. Armengol se declara asustada por la negociación del gobierno, mientras se escaquea de la responsabilidad ante sus electores y se entroniza en la lista del 23J para cargo de diputada en Madrid. ¡Qué desgracia más grande tener a un presidente del Parlament católico, liberal, negacionista del cambio climático, de la violencia de género, crítico con los derechos LGTBI y el nacionalismo! Muy liberal no debe ser si es contrario a la regulación del aborto, la eutanasia y las drogas. ¡Qué fatalidad, murmura la biempensante izquierda mesiánica, creyente en el progreso ininterrumpido hacia una sociedad sin clases! Ignora el principio de acción y reacción, el de las consecuencias involuntarias de los actos humanos. Al PP y Vox no los ha traído la fatalidad, sino Podemos, el golpe nacionalista catalán, Irene Montero, Pam, el pacto con ERC y EH Bildu, Sonia Vivas, la imposición lingüística, Mohamed VI, las okupaciones, los ERE, el Tito Berni, el control político de la Justicia y del Tribunal Constitucional, el desarme del Estado, el PSOE, …y Pedro Sánchez, héroe y mártir.
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