Desde el siglo XX

O Vox entra en el Gobierno de Marga Prohens o Vox está muerto

Pese a los esfuerzos de algunos de dar por hecho que Vox no entrará en el Gobierno de Prohens, el partido de la ultraderecha sigue remitiéndose al pacto de Valencia

Gabriel Le Senne.

Gabriel Le Senne. / Gabriel Le Senne.

José Jaume

José Jaume

El enredo, que en esencia no es tal, de las negociaciones PP-Vox para armar la mayoría parlamentaria que gobernará la Comunidad Autónoma balear solo contiene un desenlace posible si la extrema derecha quiere sobrevivir y afianzarse como partido político imprescindible en el campo de la derecha: entrar en el Gobierno que presidirá Marga Prohens. Si el PP consigue que Vox quede fuera, Vox está listo, morirá de inanición o absorbido por el partido hegemónico. Parece que en Vox hay quien es consciente de lo que se dirime. Fuera del futuro Ejecutivo no hay vida viable para Vox. El falangista Jorge Campos ha sido apartado sin miramientos, sustituido por Idoa Ribas, quien conoce qué se está jugando, cómo hay que repartir las cuotas de poder y hasta dónde está Vox en condiciones de ceder. Dicho por uno de sus dirigentes: «si no estamos en el Gobierno no se nos hará ni puñetero caso». Se refiere específicamente a una de las cuestiones que más zozobra originará en el PP: la lengua catalana. De ahí la desquiciada desbarrada de la Obra Cultural Balear (OCB) subsiguiente a la jeremiada de los clérigos de Més (antes PSM) planteando la posibilidad de que las izquierdas se abstuviesen en la investidura de Marga Prohens para evitar su dependencia de Vox. A la OCB, de la que nada se ha sabido en los postreros ocho años, parece que les inquieta el posible negro futuro sin subvenciones a la vista, propósito de Vox, vivir alejada del plácido acomodo que hallaron con Gabriel Cañellas, que la apacentó convirtiéndola en dócil herbívoro. Vox quiere radicales cambios, no desconoce que gobernando el PP en solitario a lo más que se llegará será a modificaciones cosméticas, como la de que el catalán sea un mérito para acceder a la sanidad pública, ninguna obligación, o determinada voluntariedad en la elección de lengua en la enseñanza. «Recados a la madre superiora», salmodió un jubilado del PP refiriéndose a las inofensivas iniciativas de las izquierdas.

La pregunta es la de si el PP será capaz de resistir la presión de Vox o si éste llevará el desafío al PP para entrar en el Gobierno hasta sus últimas consecuencias. De momento, el balbuceante Sebastián Sagreras, portavoz del PP, tartamudea jaculatorias sobre preacuerdos y las intenciones de Prohens de gobernar en solitario contando con la benevolencia de los hermanos separados, a los que les rogaría, tras ceder la presidencia del Parlament al iluminado Le Senne, la abstención en segunda votación. Idoa Ribas, a la que conviene seguir de cerca, porque aparentemente moderada (en Vox el concepto moderación se desconoce y no interesa descubrirlo), es una radical, que sentencia que hay que tener garantías de que las propuestas programáticas de su partido serán llevadas a la práctica. No aclara cómo se plasman tales garantías, pero los líderes nacionales de Vox, en especial el emergente Buxadé, reaccionario nacional católico al estilo del decimonónico Jaime Balmes (el de implantar la dictadura cuando la legalidad no basta para mantener el orden), que postula un catolicismo anclado en el concilio de Trento y en aquel cardenal que rigió los destinos de la Iglesia católica española llamado Pedro Segura, que hasta al general Franco incomodó, han indicado que la solución pasa por Valencia: dentro, nunca fuera, que ya van escaldados. Conocen que si no entran el PP se la jugará. Ha sucedido en Andalucía. Sucederá si a los populares se les da oportunidad.

Donde Vox está ganando la partida al PP es en lo que se ha dado en denominar «el relato». Los pactos son de espesa digestión para el PP: deglute antiácidos a destajo. El puñetero «relato» se ha asentado en su contra, al igual que operó apiolando PSOE en la campaña electoral de las autonómicas y municipales, donde Bildu y el nefasto ‘sí es sí’ se merendó la gestión de los líderes regionales, incluida la de Armengol, con desastroso resultado, cierto que en buena medida a causa del aparatoso hundimiento de Podemos, desaparecido de la mano de Jover, postulante ineficaz, capaz de anestesiar al más entusiasta. Los jarabos, siempre metiendo la pata de hoz y coz, han hecho el resto.

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