Confusión en Rusia

El presidente ruso, Vladímir Putin.

El presidente ruso, Vladímir Putin. / EFE

Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

Lo malo de los dictadores, uno de sus principales problemas es que no se enteran de lo que pasa pues su realidad está distorsionada por los discursos aduladores de los sicofantes que les rodean. Y Putin está demostrando no ser una excepción pues le ha sorprendido la que sus generales llaman «rebelión armada» y él mismo ha calificado como «puñalada en la espalda de nuestro país y de nuestro pueblo», ante la que promete «acciones decisivas». Lo que ocurre es serio aunque las noticias que llegan de uno y otro bando no sean fiables pues proceden del ministerio de Defensa, que lleva tiempo anunciando victorias inexistentes en Ucrania; del Kremlin, que mintió desde el primer momento sobre el origen y razón de la invasión; y del mismo jefe del Grupo Wagner que es un bocazas con antecedentes penales. Ninguno es de fiar.

Parece que los milicianos del Grupo Wagner, muchos de ellos recién salidos de las cárceles, han tomado la ciudad rusa de Rostov y avanzan hacia en norte, en dirección a Moscú hostigados por la Guardia Nacional rusa y por la Fuerza Aérea. Prigozhin, su jefe, afirma haber tomado también Voronezh, donde algunos soldados rusos se habrían pasado a su bando. Un chiste que ya corre dice que Putin no tiene que preocuparse porque si los de Wagner avanzan a la velocidad que lo hicieron en Ucrania no llegarán a Moscú hasta mitad de siglo. Hay gente muy mala por ahí. También afirma que ha derribado un helicóptero y un par de aviones... ¡Vaya usted a saber! Mientras, unidades militares se despliegan en Moscú para proteger el Kremlin y se bloquean puentes y carreteras. Hasta aquí lo que más o menos sabemos.

Para detener su ofensiva, Prigozhin exige que vayan a verle el ministro de Defensa, Shoigu,y el jefe de Estado Mayor, Gerasimov, con los que mantiene una pésima relación personal tras acusarles de «traición» por no darle las armas y municiones que precisaba para tomar Bajmut, de indiferencia ante la suerte de sus milicianos (que sufrieron muchas bajas en ese pueblo), y de corrupción. Ahora también dice que le atacan con misiles. O sea, que no se llevan nada bien.

La revuelta (nadie lo califica por ahora de ‘golpe’) parece dirigirse inicialmente contra las Fuerzas Armadas y no contra el presidente mismo, aunque Prigozhin ha dejado también claro que el pueblo ruso ha sido engañado sobre una inexistente amenaza de la OTAN o de Ucrania contra la «Madre Rusia», que fueron las razones aducidas por Putin para justificar la invasión. En esencia, Prigozhin sostiene que los generales llevan tiempo engañando a Putin en todo lo que tiene que ver con esta guerra. Y que por eso va tan mal. En principio no parece que este grupo de mercenarios tenga capacidad para provocar un terremoto que ponga fin a la era de Putin y quizás a la misma guerra. La disparidad de fuerzas es enorme y además nadie sabe lo que haría un eventual sucesor de Putin, que podría ser peor. Demasiadas incógnitas. Otra cosa sería si el Ejército se divide y una parte apoya a los insurgentes, o la opinión pública se aleja del Kremlin, o grupos de extrema derecha —muy críticos con el ejército por la mala marcha de la invasión— deciden respaldar a Prigozhin, como ya ha hecho el magnate Jodorovski. O sea, el riesgo es que la rebelión inicial se extienda y gane fuerza antes de ser aplastada.

Pero pase lo que al final suceda, lo que ocurre es muy grave y empeora con cada hora porque ya no parece haber vuelta atrás. Se han cruzado líneas rojas. Por un lado afecta a la invasión, detrayendo las fuerzas y la atención que demanda la contraofensiva ucraniana para recuperar los territorios perdidos, por otra también tiene forzosamente que afectar a la moral de las tropas rusas que allí combaten y a las que ahora les dicen que han ido engañadas, y finalmente proyecta hacia el exterior una mala imagen de Putin y otra de división en el interior de Rusia. Eso sin contar lo peligrosa que es esta potencial inestabilidad interna cuando afecta —como es el caso— a una potencia con 1.500 cabezas nucleares desplegadas. Rusia no es Mali. Hay cosas con las que no se debe jugar.

Las espadas están en alto y nos esperan emociones fuertes en las próximas horas. Es muy pronto para saber qué pasará.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents