Diario de Mallorca

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No es del todo fácil analizar los resultados de unas elecciones municipales y autonómicas y a la vez considerar lo que puede ocurrir en una inmediata y desacertada convocatoria electoral para el Congreso el próximo 23 de julio. La victoria del Partido Popular el 28 de mayo ha sido clara. El deseo de regateo, el acompañamiento que han precisado y que han tenido que soportar los socialistas durante estos años de gobierno, Podemos, Bildu, Esquerra, etc., han precipitado un cambio, por hartazgo, en una extensa parte de la administración del Estado. Evidentemente el carácter altivo, la informalidad y versatilidad de sus protestas, han supuesto un deterioro de la imagen política de un Sánchez, dentro y fuera de su partido. Es más, aunque no fuese así, sería lógico que después de un largo periodo de gobierno cualquier «liderazgo» se encuentre debilitado. Esa decisión de llamar a las urnas con premura puede ser consecuencia de que espera una recuperación o bien que intuye un descalabro definitivo. En cualquier caso, Feijóo no debería confiarse, pues el actual presidente sigue siendo un adversario difícil.

La historia siempre se repite, Tito Livio, escritor romano que vivió desde finales de la República al principio del Imperio, en su obra Ab Urbe Condita relata la historia de la existencia de un lugar en la capital de la Roma republicana, la Roca Tarpeia. Se trata de un acantilado -rupes Tarpeia-, una roca escabrosa cercana a la colina capitolina, desde la cual se ejecutaba a los refractarios de la República, eran lanzados al abismo desde una altura de unos 25 metros. De ahí viene la expresión latina Ars Tarpeia Capitoli próxima, que podría significar algo así como que quien consigue con argucias una posición elevada, social, política o profesional, está expuesto, dada la proximidad del acantilado, a perderlo todo, en cualquier momento y de forma abrupta.

Según esta historia de Tito Livio, Tito Tacio, (año 745 a C), rey de los sabinos, atacó Roma, siendo entonces gobernador de la ciudad Espurio Tarpeio -de origen etrusco-, que junto con su hija Tarpeia planearon traicionar a la República facilitando la entrada de Tacio a la ciudad abriendo las puertas de las murallas. Creían que obtendrían su favor, recibirían oro y prebendas, importándoles poco el abandono y la desconsideración hacia su pueblo. No recibieron nada a cambio de la felonía, salvo ser arrojados, después, al vacío desde lo alto la roca que fue denominada desde entonces Roca Tarpeia. Este macabro lugar está situado hoy muy cerca de la Plaza del Capitolio, bello espacio diseñado por Miguel Ángel, que alberga los principales museos capitolinos en los que se guardan piezas de arte tan importantes como la Loba Capitolina y la estatua de Marco Aurelio. La roca Tarpeia siguió siendo el lugar, durante muchos años, donde se ejecutaba, por el método de la «precipitatio», a los que cometían contra el Estado traición, corrupción, ineficacia en la gestión, deshonor implícito. Spurius Casius Vecellinus -año 485 a. C.- que ocupaba el cargo de Cónsul de la República fue acusado y luego despeñado por pretender ser coronado rey de Roma, en contra de los principios de la República, ejemplo claro del trato inmisericorde que se dispensaba a los desleales y oportunistas.

La historia se repite, es ineludible, en esta ofensiva política que está viviendo el país, ya se están produciendo despeñamientos «tarpeios», «los marqueses de Galapagar» -Pablo Iglesias, por su fracaso electoral; Irene Montero, por sus fiascos legislativos-; Pablo Echenique, por su mala «baba»; Pablo Casado, por no saber liderar su partido; Inés Arrimadas, por haber perdido impulso; Begoña Villacís, por haberse equivocado; Alberto Garzón, por haber gestionado su ministerio, ni bien ni mal, y esto es lo peor, y otros muchos, por el momento, hasta que culmine la convocatoria electoral. Después seguirán cayendo por la roca Tarpeia quienes no hayan obtenido el resultado esperado o el reconocimiento popular que creen tener. Los ciudadanos no admiten con facilidad la trampa, el engaño, la versatilidad, la incompetencia. Y la historia se repite.

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