Nudismo en el salón de plenos de ses Salines

Playa de es Carbó

Playa de es Carbó / Diario de Mallorca

Miguel Vicens

Miguel Vicens

Hay representantes políticos con una facilidad extraordinaria para crear problemas allí donde no los hay e incapacitados para resolver otros que son objeto de denuncia ciudadana a diario. Si todavía se lo están preguntando, acabamos de llegar al núcleo turístico de la Colònia de Sant Jordi, en el municipio de ses Salines, que esta semana ha alumbrado una ordenanza antinudismo en sus playas tan torpe que el único que se ha quedado literalmente en pelotas después de su promulgación ha sido el propio equipo de gobierno, obligado a rectificar a toda velocidad ese desatino moralizante y a circunscribirlo a sus playas urbanas, concepto nuevo y extraño en unos arenales que no hace tantos veranos eran el paraíso en la tierra. 

Antes del boom de la construcción, de la saturación de agosto y del festival del alquiler turístico ilegal, la playa de es Portes Dolç, es Carbó o Cala en Tugores eran casi igual de salvajes. Y la a única persona que había prestado atención al discreto fenómeno del nudismo se llamaba Carmen Delgado, cuando a mediados de los ochenta colocó en la playa de es Carbó, lindante con la finca de s’Avall y entonces casi desértica, carteles prohibiendo esa práctica que habría que conservar en algún museo por su rotulación y bella factura en madera. Hoy hay que agradecerle a la familia March que haya preservado virgen toda la costa hasta el Cap de ses Salines de la urbanización segura que el Ayuntamiento hubiera propiciado con su afán desarrollista, su línea política única, que además de convertir playas idílicas en playas urbanas, también ha generado problemas típicamente urbanos. Entre ellos, el incivismo y el ruido de bares y beach clubes que tanto molesta a los vecinos. Pero para esa lacra no hay respuesta municipal ni ordenanzas que se cumplan.

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