Palabra de Kissinger

Georgina Higueras

Georgina Higueras

En una entrevista con The Economist, con motivo de su 100º cumpleaños, Henry Kissinger sostiene que el futuro de la humanidad depende de que «EE UU y China se entiendan», para lo que insta a Washington a tomar en cuenta los intereses de Pekín y a bajar la temperatura de la hostilidad que marca las relaciones entre las dos superpotencias. El estratega, que en 1971 pergeñó la ruptura del mundo comunista al atraer a China hacia Occidente y acentuar el aislamiento de la Unión Soviética, afirma que, si Washington quiere encontrar un camino para convivir con Pekín, no debe apostar por un cambio del régimen comunista.

El anticomunista visceral, que como consejero de Seguridad Nacional del presidente Nixon alentó sangrientos golpes de Estado en América Latina y la política de tierra quemada en el sureste asiático que dejó millones de muertos, revela una cierta admiración por los logros alcanzados por el Partido Comunista Chino. No cita las desastrosas consecuencias de las guerras de EE UU en Vietnam, Afganistán o Irak, pero advierte a quienes promueven en Washington un enfrentamiento con China que el colapso del régimen conduciría a una guerra civil que desataría la inestabilidad mundial.

Autor de numerosos libros, escritos desde que en 1977 dejó la Secretaría de Estado y con otros dos en cartera, reconoce que nos encontramos en un nuevo mundo, en el que China no busca un dominio de tipo hitleriano, pero sí crear su orden internacional. Biden lo considera inadmisible y asegura que no ocurrirá durante su mandato, en el que la contención de China se ha convertido en eje de su política exterior.

Con la experiencia adquirida en sus 100 años de vida, el estratega aconseja a la Casa Blanca que no alimente las sospechas de que apoya la independencia de Taiwán, porque es la línea roja que puede desatar un conflicto de incalculables consecuencias. Las diferencias de Kissinger con Biden no se limitan a la política hacia China sino también hacia Rusia y la guerra de Ucrania, sobre la que afirma que «fue una gran equivocación dejar la puerta abierta al ingreso de Ucrania en la OTAN».

Destaca que la decisión de Pekín de involucrarse en la búsqueda de una salida pacífica a la guerra de Ucrania debería ser una base sobre la que construir confianza entre las superpotencias. China, que mantiene una «amistad sin límites» con Rusia pero no la apoya militarmente, ha nombrado un mediador tras la conversación mantenida entre los presidentes Xi Jinping y Zelenski, pero hasta el momento ni EE UU ni Europa dan credibilidad a sus esfuerzos, convencidos de que el interés de Xi pasa por que no colapse el régimen de Moscú y el temor a que provoque la desestabilización de Asia central.

En las ocho horas de entrevista, el estratega se mostró preocupado por las consecuencias para la seguridad nacional que tendrá en menos de cinco años la inteligencia artificial (IA). Según Kissinger, la capacidad de destrucción actual no tiene precedentes, ni límites, lo que convierte a todos en vulnerables. Propone que al igual que hubo conversaciones de desarme para controlar la amenaza nuclear, deben ponerse en marcha negociaciones sobre los desarrollos de cada superpotencia en IA.

Kissinger se suma a las numerosas voces que, tras la aparición del ChatGPT, claman sobre la necesidad de regular la IA. Afirma que delimitar sus capacidades puede contribuir a generar la necesaria confianza entre las superpotencias. Sin duda aliviaría el malestar de Pekín contra Washington por sancionar a sus gigantes tecnológicos y prohibir la venta a China tanto de microchips como de herramientas para fundirlos, con el fin de frenar su avance.

China nunca olvida a un amigo y este viejo republicano siempre es recibido en Pekín con honores, lo que ha facilitado su empeño por entender al Partido Comunista Chino, a sus líderes y al ansia del Imperio del Centro por modernizarse y convertirse en la primera potencia tecnológica, justo lo que recela Washington.

Premio Nobel de la Paz (uno de los más injustos) por el acuerdo para poner fin a la guerra de Vietnam, Kissinger trata de reivindicarse como mediador pacifista ante el riesgo de hecatombe por un choque entre superpotencias. Propone una nueva gobernanza entre EE UU, China, Europa e India, que conduzca al mundo al progreso, pero precisamente en su país nadie le escucha.

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