Al Azar

Yolanda Díaz se pasó con la dosis

Matías Vallés

Matías Vallés

La presentación de Yolanda Díaz como socia preferente del PSOE en la moción o poción de Tamames, y la autoproclamación de la vicepresidenta como aspirante a primera presidenta del Gobierno sin ideología concreta, fueron torpedos dirigidos contra Podemos. Estas maniobras, inoportunas en vísperas de elecciones locales, tenían por objetivo zarandear al partido de Pablo Iglesias sin hundirlo. Por desgracia para sus intereses, la alternativa a la izquierda de la izquierda desde el centroizquierda o lo que sea Sumar, se pasó de dosis. Podemos es un difunto a la altura del loro de Monty Python, que John Cleese devuelve a la tienda de mascotas «porque está muerto, eso es lo que no funciona».

Matar a Mister Hyde tampoco era la solución para la inmaculada Yolanda, la ansiada ha empeorado su problema de partida con una desastrosa voladura controlada, que hubiera firmado un desatado Bashar Al-Assad. La irrelevancia de Podemos llega al punto de que ni siquiera la derecha carnívora ha perdido el tiempo festejando su desaparición. El PP ha aplaudido con más fuerza la extinción de Ciudadanos, de ahí el error adicional de plantear la fusión de Sumar y Podemos como un asunto de mínima enjundia en las urnas.

Nadie en su sano juicio querría aliarse con el maltrecho Podemos, es tóxico para la taquilla electoral por el veneno que ha ingerido de Sumar y por sus propios errores, empezando por la promoción de líderes que se aburren en la vicepresidencia del Gobierno. La sola mención de Ione Belarra, Echenique o Irene Montero provoca hoy una estampida en un colegio electoral. Yolanda Díaz debería evitar a sus colegas radiactivos, mientras persigue el voto de quienes la desean de presidenta, para que no lo sea. Salvo que Logan Sánchez repita su momento Sucesión de la moción de censura, y anuncie el veinte de julio que si gana, le cederá graciosamente el puesto a su vicepresidenta favorita. Más acá de la política-ficción, Iglesias sigue imitando a Sansón dispuesto a enterrarse con los filisteos. España ha perdido un estadista, pero ha ganado un showman que compite seriamente con Bertín o Pablo Motos.

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