Desde el siglo XX

¿Hasta dónde presionará Vox? ¿Cuánto aguantará el PP?

Con las elecciones generales de por medio, PP y Vox se disponen a protagonizar endiablada negociación que concluirá en pacto de gobierno

Marga Prohens

Marga Prohens / B. Ramon

José Jaume

José Jaume

Dice Marga Prohens, ganadora de las elecciones del domingo, que propondrá mañana a la dirección del PP formar gobiernos en minoría sin Vox, que deberá limitarse a respaldarlos en la Cámara legislativa y en Cort, además del Consell. Anuncia el falangista Jorge Campos, socio indispensable, que Vox quiere un pacto como el establecido en Castilla y León. Posiciones, así, a simple vista, tan distantes que aparentan irreconciliables. No lo son. Estamos ante una partida en la que se impone el trile, pero sabiéndose que el acuerdo será el resultado final, enredado hasta el paroxismo por la convocatoria de las elecciones generales del 23 de julio. La doble pregunta es la de hasta dónde se dispone a presionar Vox y cuánta presión aceptará soportar el PP. Campos, jefe de filas de la ultraderecha sufragada por amplio segmento de la sociedad mallorquina, más nutrido que el escuálido que vota a los clérigos de Més (son tan suyos que Apesteguia manifiesta estar dispuesto a facilitar la investidura de Prohens para que prescinda de Vox, o lo que es lo mismo: fastidiar al PSOE) o a los moribundos de Podemos, plantea no un catálogo de máximos, sino lo que será irrenunciable para Vox: vicepresidencia del futuro ejecutivo, un par de consejerías y un acuerdo de gobierno en el que se incluyan determinadas posiciones defendidas con vehemencia por la extrema derecha. Son, en síntesis, las de la guerra cultural, que, sin ir más lejos, sostiene con apabullante éxito Ayuso en Madrid. Es decir, gobierno de derecha dura, sin concesiones. Algo parecido, pero corregido y aumentado, a lo que intentó en su día José Ramón Bauzá.

En el PP reiteran que quieren gobernar en minoría, con asistencias puntuales en el Parlament, a poder ser variables, que no siempre tenga que ser Vox quien una sus votos a los de los diputados de la derecha clásica. Lo dicho por Apesteguia les satisface: una vez investida Prohens se puede bandear a la espera de acontecimientos. Més se ofrece, como siempre, a ser muleta de la derecha. Pero la realidad es más bien tozuda, acaba por imponerse. La nueva composición de la Cámara legislativa balear hace inviable un gobierno en minoría. Simplemente, no aguantará los cuatro años de la legislatura. Entonces, la pregunta hay que reiterarla: ¿hasta dónde está dispuesto a soportar el PP la presión que le llegará de la extrema derecha? ¿Hasta arriesgarse, si en tres meses desde la constitución del Parlament no es investida Prohens, a que se disuelva la Cámara y volver a ir a elecciones? No parece plausible que el PP, después de ocho años de penar en la oposición, quiera jugársela, cosa que sí haría Vox, porque su electorado, y ese es dato decisivo, aceptará lo que proponga. Quien sufraga a la extrema derecha, con escasas oscilaciones, es impermeable a consideraciones propias de los que asumen como irrenunciable el parlamentarismo consustancial a las democracias liberales.

Lo previsible es que, después de que se eternicen las negociaciones, que intenten llevarse más allá del 23 de julio, fecha que lo solapa todo, el PP asuma a Vox como socio minoritario, que Prohens trate de embridar las querencias más chirriantes de la extrema derecha. El asunto de la lengua catalana dará mucho de sí. Además, está por saberse cómo se las apaña el PP en el ayuntamiento de Palma, donde Jaime Martínez, uno de los políticos más presentables y capaces de la actual plantilla popular, asegura que no renunciará a su opción de ser alcalde, para lo cual le basta ir a la segunda votación, y en el Consell de Mallorca, institución que siempre pasa desapercibida a pesar de que sus competencias son considerables.

Dijo Fulgencio Coll que los pactos se cerrarán en Madrid, mientras Núñez Feijóo representa la pantomima de anunciar que los territorios decidirán según consideren. Los pactos se solventarán en Madrid, los concluirán Feijóo y Abascal; el PP de Mallorca aceptará lo que se decida. Castilla y León, gobierno en minoría. Hay teatro para rato.

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