Menos cuentos chinos

Àlex Volney

Àlex Volney

Los nuevos subgéneros literarios se crean, nacen, crecen, se reproducen y desaparecen casi siempre ya quemados. Llegan al fuego por imitación interminable. Una autora o un autor montan una determinada trama en una atmósfera más o menos nueva, o no muy transitada, pero que inesperadamente alcanzará cierto éxito y automáticamente sufrirá plagio y perderá la exclusividad de haber abierto camino en esos insospechados tramos narrativos. Alguien incluso sin vocación escritora descubre que se va a relacionar más, va incluso a ligar mientras puede que gane algo de dinero haciendo una novela sobre ese trilladísimo registro. Yo también puedo. Claro que sí. Allá voy. Y la editorial afectada de recibir originales ve colmado su anhelo de morder mercado en el sentido de la última tendencia de la que, precisamente, no dispone de ningún título en su catálogo y parece que ahora es lo que se lleva. La calidad no importa. Simplemente piden cubrir unos mínimos y adelante. Salir de uno mismo. Invadir campo ajeno.

En este patético órdago de quemar tendencias por la excusa de la competencia de mercado en el libro actualmente una vieja corriente mucho más sana es aprovechada en su influjo para manipular datos. Se hace un trasvase de cifras paralelas de otro campo para justificar lo desnortados que van algunos.

Por un camino bien distinto en los últimos años del S.XX el sector del cómic y sus dibujantes, sus profesionales de cualquier rama de lo que englobaba la historieta, vivían una profunda crisis solamente paliada en el país vecino francés. Se entiende que también se tendrían sus más y sus menos, sus especuladores y aprovechados pero cuando el tebeo o el cómic estuvo a punto de iniciar el camino de la desaparición los comicistas, y artistas en general de ese conjunto, optaron por… más cómic. Cuanto más en peligro vieron su futuro dieron gas al motor del sector organizándose o reafirmándose como grupo e incluso, olvidando las diferencias, hicieron piña en cierto modo. De toda esa declaración de principios nacieron los clusters del cómic y se empezó poco a poco a remontar, incluso paulatinamente sin dejar la esencia y dar al tema nueva nomenclatura: novela gráfica. Sabemos que no es exactamente lo mismo pero nutre un mismo sector y lo ensalza cuando iba en caída libre. Obviamente, el amigo Àlex Fito me sugiere que no nos vengamos arriba. La lucha continúa.

Hoy las multinacionales que manipulan datos hablan del aumento de ventas y lectores en el sector del libro. Va por zonas y contrasta con el cierre de librerías. Lo que está pasando es que el libro infantil, el libro ilustrado y sobre todo la novela gráfica y el cómic viven sus años de remontada que empujan a un sector del libro en crónico desconcierto. Las condiciones en las que trabajan sus profesionales ya es otro tema, pero la reafirmación de un oficio a punto de desaparecer no solo ha salvado un bello trabajo de vocación sino que además hace repuntar en positivo a todo el conjunto de un sector que tendenciosamente es a menudo manipulado por los grandes grupos echándolo todo en el mismo cesto.

Tomemos ejemplo de esos profesionales. Muchos, estos días, estarán en Madrid o en Palma. Tomen nota. Restemos diferencias y unamos esfuerzos. No hay brújula o eso parece, pero hay muchos brazos para remar y una riqueza en la variedad como para poder diversificar los puertos y hacer una variada y fructífera ruta. Seamos un poco más de tebeo y no de tanto cuento chino. Vamos a tomar nota de lo que han conseguido esos artistas remando duro. Vamos.

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