Nadal, pelear por un final de leyenda

Rafa Nadal.

Rafa Nadal. / EFE

Editorial

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Rafa Nadal ha decidido tomarse un descanso sin fecha de regreso a las pistas de tenis, pero con la firme voluntad de que este «punto y aparte» obligado por su lesión en el psoas ilíaco de su pierna izquierda no sea un punto final. «No merezco terminar así, en una rueda de prensa», lamentó el manacorí, quien a punto de cumplir los 37 años da un paso a un lado para recuperarse y despedir su carrera compitiendo. No cabe la resignación, solo «vale la pena hacer un esfuerzo más», darse una última oportunidad para aguantar el que podría ser su último año, como él mismo ha reconocido, y disfrutar de un final de leyenda. Con 92 títulos en la vitrina, de ellos 22 Grand Slams, Nadal no es solo el mejor tenista de España, es el mejor deportista del mundo, una figura legendaria con valores reconocidos en todos los ámbitos. Esta parada técnica la hace como campeón vigente de Roland Garros, torneo del que se ausentará por primera vez desde 2005 y que ha ganado 14 veces, un récord insuperable. El tenista acumula en su espectacular trayectoria más lesiones que títulos, pero a un competidor nato le duele más retirarse que seguir. Arrastra años de sufrimiento, analgésicos, inyecciones, radiofrecuencias, resonancias…, todo lo que ha hecho falta por continuar, aún a riesgo de la rotura definitiva. Tan exigente con los médicos como consigo mismo, Nadal no ocultó en la rueda de prensa que ofreció en Manacor su desasosiego ante la evidencia del fallido tratamiento: «A lo mejor se tomó una decisión equivocada». Revisar y empezar de cero para luchar por el último gran golpe, no mencionado, pero por todos intuido, un desempate favorable frente al otro gran senior, el Novak Djokovic de los 22 Grand Slams, un año más joven y con lesiones menos incapacitantes, aunque sin el pedigrí parisino del mallorquín.

Como sostiene Simon Kuper, la retirada es el gran tabú de los grandes deportistas en la fase crepuscular. Se vio con Michael Jordan y Nadal lo ha vivido muy de cerca con sus amigos Pau Gasol y Roger Federer. El manacorí abrió su corazón al admitir la «frustración» compartida con su entorno en esos «momentos en que la victoria es la única recompensa», pero el dolor te aparta de la pista. Repitió hasta tres veces que cuando uno no es feliz en lo profesional «repercute en lo personal» y que hay que saber «ponerle freno». Citó expresamente un tema que desborda a la sociedad actual sin distingos, la salud mental. El Nadal deportista de élite abre paso al Nadal esposo, padre y empresario, que dejará de morder trofeos para saborear otros terrenos fuera de la tierra batida. Se enfrenta a su mayor desafío, la vida misma, pero no puede reprimir su ansia por exprimir hasta la última gota de la competición que colma su existencia. No sabemos cómo evolucionará la vida de Nadal sin el tenis, dependerá de él, pero sí tenemos la certeza de que el tenis no será lo mismo sin Nadal. Solo cabe respetar su decisión y desearle que logre la despedida de leyenda que sueña y merece, pero sobre todo que, pase lo que pase, la vida le colme de tanta felicidad como sus hazañas han procurado a tantos.