Investigar sobre lo que no sucede

Cuando investigamos sobre mujeres es común recurrir a las metáforas de la invisibilidad,

lo que nos da pistas del interés investigador sobre las personas que no vemos

Teresa Samper

Teresa Samper

¿Qué ha sido de la vida de las científicas que abandonaron su carrera por falta de reconocimiento o por acoso sexual?, ¿cuál ha sido la no-producción científica de las personas invisibilizadas o acosadas en las universidades? Son cuestiones que planteo sobre vidas que no llegan a ser. Cuando investigamos sobre mujeres ya es común recurrir a las metáforas de la invisibilidad y de los silencios, lo que nos da alguna pista del interés investigador sobre las personas que no vemos o las voces que no oímos. Lo que estoy proponiendo es prestar atención a los no-sucesos como hechos relevantes para investigar la realidad de las mujeres, de las personas que no ocupan espacios hegemónicos, de los cuerpos que habitan posiciones subalternas marcadas por la etnia o la clase y sus intersecciones.

Una de las estrategias para invisibilizar los nombres de las científicas es nombrarlas como grupo. Así, a principios del siglo XX, Dora Pertz o Muriel Wheldale, entre otras, realizaron el trabajo de laboratorio que posibilitó el paso de la biología de la herencia a la actual genética humana, pero fueron conocidas como el equipo de investigación genética de Cambridge. Por esas mismas fechas, sucedía un caso similar en el Observatorio de Harvard, Henrietta Leavitt o Annie Jump Cannon del grupo conocido como «las calculadoras humanas» fundamentaron el paso de la Astronomía a la actual Astrofísica. También se las invisibiliza cuando se ignora su originalidad: el trabajo de Lise Meitner sobre la fisión nuclear o el de Jocelyn Bell sobre los púlsares merecieron sendos premios Nobel que, sin embargo, otorgaron a sus colegas masculinos.

De todos modos, no es solo una cuestión de recuperar individualidades, se trata de comprender cuáles son los mecanismos con los que se oculta sus nombres y, con ellos, todo el trabajo colectivo y relacional que sostiene al mismo edificio científico (como nos dice Almudena Hernando). La invisibilización no es baladí, es útil al poder.

Las no-denuncias de las violencias sexuales son un buen ejemplo de las voces silenciadas de las mujeres. Unos silencios que han sido rotos, en parte, por el movimiento #MeToo, que también se ha instaurado en el ámbito académico. El abandono de la carrera académica y científica de muchas mujeres es altísimo si consideramos que en la carrera se inicia un porcentaje similar de hombres y mujeres pero que, en las últimas fases, las de las posiciones de prestigio, ellas son solo una cuarta parte. Hay que considerar que el acoso sexual es más frecuente en las mujeres con titulación universitaria y en las pertenecientes a los grupos profesionales de más alto nivel, según datos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Así, la no-denuncia es una potente herramienta que ofrece beneficios a quienes permanecen en el poder académico y científico, mientras que, para las mujeres, significa una no-carrera investigadora.

Junto con la pregunta del inicio sobre vidas que no llegan a ser, los no-nombres, no-premios, no-denuncias y no-carreras científicas son aproximaciones a lo que entiendo como no-sucesos y que, a pesar de su apariencia de irreal, son situaciones con efectos materiales sobre la vida de las mujeres, también sobre la propia producción de conocimiento.

Ahora bien, desde esas posiciones sin poder, que representan las mujeres en el ámbito de la investigación, hay resistencias. Lo he mostrado con las investigadoras feministas al recuperar nombres de mujeres científicas y al señalar los mecanismos de ocultación —esto es, con las prácticas académicas— o con el movimiento #MeToo y la fuerza material de las mujeres en las manifestaciones del 8M —con el propio activismo—. Unas resistencias que se mueven de los márgenes al centro y que, junto a la réplica neoliberal y patriarcal a esos desplazamientos hacia el centro, se forma un movimiento continuo entre dominación y resistencias que nos muestra una realidad dinámica.

Esa realidad dinámica es la que considero que se debe estudiar desde la investigación social, aunque solo podamos atrapar momentos puntuales de ese continuo, pero ya no se trata de estudiar o solo las estructuras y sistemas o solo las agencias y resistencias, sino su relación. Y de esa relación entre el orden establecido y los cuerpos subalternos —lo no hegemónico— emerge el no-suceso. La propuesta entonces es que, en investigación social, se deba comenzar por hacer preguntas que interpelen al poder sobre lo que no considera importante para, de esta forma, destapar lo que invisibiliza, lo que silencia y lo que no permite que llegue a ser, esto es, para observar científicamente hacia donde parece que nada sucede.

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