Historias de la calle a ras de suelo
El dueño (un decir) del perro muy olfateador debe pararse a cada 4 pasos. Una vez especulé aquí con que un chorrito estampado en la esquina o la farola sea como un código QR que se despliega en la mente del can que olisquea. Un paseante cuyo cuadrúpedo humanoide es muy olisqueador dice que denota una afición por la lectura, pues cada rastro de can contiene no solo su identidad sino gustos, pasado, pensares y sucedidos, por lo que es lógico que se tome su tiempo en enterarse y responder. Añade que los merodeos intelectuales del escritor tampoco suelen interesar a nadie y también retrasan lo suyo la lectura. Aunque esta explicación enorgullezca al dueño, retrasa aún más los paseos, pues cuando el can se encela en un rastro se pregunta uno con qué derecho va a cortar la experiencia literaria del colega. El rociado de agua de ordenanza puede acabar con esa literatura.
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