Springsteen y Barcelona

Bruce Springsteen.

Bruce Springsteen. / Cultu

Miguel Vicens

Miguel Vicens

Existe una fascinación mutua entre Bruce Springsteen y Barcelona que se mantiene en el tiempo, pese a los 73 años del artista, la inevitable madurez de sus seguidores y las significativas pérdidas de la E Street Band: el saxofonista Clarence Clemons, pieza esencial en el mejor repertorio y animal escénico en los directos, y Danny Federici, organista, teclista y miembro fundador de la banda desde la publicación del primer álbum en 1972, Greetings from Asbury Park. La atracción mutua entre la ciudad y el rockero se explica en las cifras, en los 23 conciertos que habrá ofrecido en Barcelona cuando esta noche a las nueve vuelva a subirse al escenario del Estadi Olímpic, 42 años después de su primera aparición en el viejo Palau d’Esports, un registro sin parangón en cualquier otro punto de la geografía española. Pero también en el contacto directo que en la Ciudad Condal busca históricamente con los fans, a las puertas del hotel en el que se aloja y en las calles, en esta ocasión nada menos que acompañado por Barack Obama y Steven Spielberg. Pero también en los regalos musicales que reserva para los seguidores que hacen días de cola para ocupar las primeras filas de pista, a los que ha llegado a sorprender con la interpretación de Burning Love de Elvis y otros clásicos. Springsteen elige el Palau Sant Jordi de Barcelona en 2002 para grabar el primer vídeo de un concierto íntegro en su carrera, en una noche histórica que después reconocería como uno de los mejores shows de su vida. Y busca en los directos la conexión emocional con el público dirigiéndose al espectador en catalán. Pero no hay mayor conexión, nada une más en este momento a Springsteen y a su público que la posibilidad del adiós cercano, de donde surge un deseo coral: Hagámoslo una vez más.

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