escrito sin red

El principio del fin

Ramón Aguiló

Ramón Aguiló

Aun mes de las elecciones de las que surgirán las nuevas alcaldías, los consells y el gobierno de la CAIB, y apenas se percibe tensión electoral alguna. La poca que comparece en los medios no corresponde a lo que nos vamos a jugar el 28 de mayo, antes bien parece enfocada a lo que va a dirimirse a finales de año. Así, la presidenta y candidata de Madrid, Díaz Ayuso, no se corta un pelo a la hora de presentar los comicios de mayo con la disyuntiva «¡o Sánchez o España!», sin temor alguno a ser motejada de caso clínico en la clínica de paroxismo electorero agudo. Se ha perdido por completo el miedo al ridículo, porque las soflamas no se dirigen a la racionalidad de los electores, aquellos proclives a analizar programas y mensajes acordes con la realidad que vivimos, una ridícula minoría, sino a las emociones viscerales de una sociedad polarizada, contraponiendo al autócrata Sánchez los únicos que representan el ser de España: el PP, claro; y mordiendo con saña a Vox, su hijo pródigo, al que desprecian para formar gobiernos, pero a cuyos votantes no se cansan de cortejar.

Hay que reconocer, no obstante, que el acelerón legislativo de fin de mandato de Sánchez, culminado con una ley de vivienda, que recuerda a las de Franco, con su control de alquileres y sus guiños a los okupas, aunque no en cuanto a las viviendas sociales del antiguo ministerio de vivienda, con sus ceremonias propagandísticas de entrega de llaves, obedece a la reversión de los sondeos. No a los sondeos del CIS y de Tezanos, tan absolutamente favorables, sino a los privados, seguramente impulsados por los capitalistas despiadados, tan negativos. Sánchez, que ha construido a través del SEPE cero viviendas en cinco años, con la nueva ley y sus nuevas promesas-trola por un total de 183.000 viviendas, tan a gusto de UP, ERC y EH Bildu y tan a disgusto de modestos propietarios, no solamente va a reducir la oferta del mercado de la vivienda y encarecer los alquileres, también va a decepcionar todavía más a quienes no se decepcionaron suficientemente con la vulneración de todas sus promesas electorales de octubre y noviembre de 2019. El resultado de las elecciones de mayo permitirá avizorar hasta qué punto la enfermedad populista puede en diciembre postrar al país en la UCI de la UE.

El Gobierno, de hecho, desaparecido, pues sólo hay omnipresencia de Sánchez en tele reportajes de campaña electoral con figurantes, en «campaña Potemkin», en afortunada calificación de Ignacio Camacho, en alusión al príncipe Potemkin, valido de Catalina la Grande de Rusia en el siglo XVIII. Potemkin, Príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico y Príncipe del Imperio Ruso, derrotó a los turcos, se impuso a los tártaros, conquistó Crimea y buena parte de Ucrania. Cuando Catalina, acompañada por la corte y la diplomacia europea se dispuso a visitar los nuevos territorios imperiales encargó la organización de la gira a lo largo de Dniéper, donde ahora se localizan los más violentos combates entre rusos y ucranianos, a Potemkin, que, con sus soldados, disfrazados de felices campesinos, aplaudían a la zarina y a su comitiva y erigían falsas fachadas de madera y cartón a imitación de encantadores pueblecitos a lo largo de las riberas del río, que desmontaban y volvían a montar por la noche, río abajo.

El engaño es la suerte preferida por Sánchez, pues no otra cosa puede ofrecer de sí mismo, desde su más tierna juventud, sean sus estudios en universidad privada, su tesis, elaborada por otros, plagiando a otros más, sean sus asesorías (sic) financiadas por el PSOE, o sus mentiras al acceder a la secretaría general del PSOE declarando que los partidos debían abstenerse de designar a los miembros del CGPJ, pasando por las promesas electorales de no indultar a los golpistas, de calificar de rebelión los acontecimientos de 2017 en Cataluña, de no pactar nunca ni con Podemos, ni con ERC, ni con EH Bildu. Desde el principio de su liderazgo en el PSOE vislumbró que sólo podía gobernar con ERC y EH Bildu y por eso construyó su inmenso engaño, que engañó a muchos, pero no a sus compadres del antiguo PSOE que en el célebre comité federal de 2016 le echaron del puesto. Para desgracia de aquéllos, de buena parte del electorado y de España, con más engaños y promesas, lleva cinco años en el poder y lucha por sobrevivir. La diferencia respecto a 2019 es que entonces ganó con la promesa de no pactar con sus aliados de hoy; ahora es público y notorio que sólo podrá gobernar pactando con Sumar, ERC y EH Bildu. De socialdemocracia nada, sólo hay dos opciones: o gobierno del PSOE y la extrema izquierda o gobierno del PP y la extrema derecha.

Las elecciones de mayo indicarán el rumbo del país, llegan acompañadas por el colapso de la administración, que no parece importar a nadie. La justicia está paralizada. A la huelga de los letrados seguida de aumentos de sueldo entre 430 y 450 euros, le ha seguido otra del resto de funcionarios de justicia en demanda también de mejoras salariales al tiempo que se anuncia otra de jueces y magistrados. Se anuncia la paralización de cuatro millones de procedimientos lo que, contando con los retrasos habituales de una administración de justicia olvidada por los políticos al ser muy escasa, si no nula, como fuente de votos, convierte a la justicia en la bella durmiente en espera de quien la rescate, y con ella al país, pues si la justicia lenta es injusticia, si colapsada, es crimen. A todo eso, pelillos a la mar, la señora ministra de Justicia, Pilar Llop, hizo su entrada en la feria de abril de Sevilla vestida de flamenca, con enorme clavel rojo sangre en la cabeza, ¡ea, que una cosa es que la cosa se desmorone y otra la alegría y el tronío con que se preside el derrumbe, vengan rebujitos, jamón y gambas!

Aquí en Baleares la precampaña electoral no consigue insuflar adrenalina al personal. Sólo presentaciones de postulantes a sueldos públicos. El único partido que hace propuestas con fundamento: El Pi, con Carles Manera, exigiendo que las duchas de la Platja de Palma tengan agua, qué menos. Para los turistas, que éstos no votan.

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