Limón & vinagre

Alessandro Lequio: el abuelo por sorpresa guarda silencio

Alessandro Lequio, en una imagen de mayo de 2021

Alessandro Lequio, en una imagen de mayo de 2021 / EP

Pilar Garcés

Pilar Garcés

El nacimiento por un vientre de alquiler en Miami de la nieta (legalmente hija) de Ana Obregón es el aleteo de una mariposa en China que sigue originando terremotos en España. Una tormenta social y política que implicó a ministras, candidatos electorales, prebostes de partidos, tuiteros, tertulianos y a todo un país en shock por la imagen de la actriz de 68 años (72, según algunas fuentes) abandonando el hospital con la criatura que había parido otra mujer en brazos. Un desencadenante servido en papel cuché y a través de una exclusiva millonaria que obligó a reajustar las posiciones ideológicas respecto a la gestación subrogada, por hablar de algo mientras se calmaba la conmoción nacional.

La niña ha resultado ser hija de Aless Lequio, fallecido por un cáncer a los 27 años hace tres, y por lo tanto nieta de la artista doliente que contrató su concepción disponiendo del esperma congelado de su hijo y que la presentó en la revista ¡Hola! en otra primicia carísima. Es nieta también de Alessandro Lequio, comentarista de televisión, conde, galán y celebridad archiconocida. La mariposa ha movido las alas y aunque no ha despeinado al abuelo por sorpresa, sí que le ha abierto un frente de cotilleo a la jefatura del Estado español: «¿Es verdad que Ana te ha pedido el traje de cristianar de los Borbones para bautizar a la pequeña Ana Sandra?». Acabáramos.

El conde Lequio esquiva las preguntas y guarda silencio desde su silla habitual en El Programa de Ana Rosa, que no es precisamente de los que eluden un chismorreo. Cuando se supo que era una de las pocas personas al tanto de los planes de Obregón de hacer padre póstumo al hijo en común aseguró que no pronunciará una sola palabra al respecto. De manera que ya hay especialistas en interpretar sus rictus de hastío, sus movimientos de cejas y sus suspiros tristes cuando se le cuestiona por lo que ya es el culebrón genético del siglo. De su boca ha salido como mucho un «no confirmo ni desmiento» que mayo sea el mes elegido por la feliz abuela para presentar el libro de su hijo muerto, que sólo tuvo tiempo de escribir una pequeña parte, y para cristianar a la criatura con un faldón que han usado desde el rey emérito, a Felipe VI, sus hermanas, hijas y sobrinos.

La infanta Beatriz de Borbón, hermana de don Juan y abuela de Lequio, recibió el encargo de custodiar la prenda de 1938 de la mismísima reina Victoria Eugenia, y ahora lo guarda él. Porque es bisnieto de Alfonso XIII, primo por ende del actual monarca. Así que la niña Ana Sandra, nacida en Miami, ocupa el puesto 29 en la línea sucesoria al trono español, según se han esmerado en afinar los estudiosos de las dinastías. Por detrás de su tío Clemente, el primogénito de Lequio de su matrimonio con la modelo de Armani Antonia Dell’Atte, y por delante de su tía Ginevra Ena, una niña habida de su unión con su actual pareja, María Palacios.

Resulta improbable que semejante circunstancia tenga alguna consecuencia práctica en la vida de la pequeña nacida para curar una ausencia, pero su abuelo ha llevado durante décadas por los platós con orgullo un título de conde de dudosa validez por haber sido otorgado por un rey destronado y no le ha ido nada mal.

Dicen los lequiólogos que la expareja de Ana Obregón no comparte, pero respeta, la forma en que ella gestiona el dolor por la pérdida de su único hijo, hablando continuamente de sus sentimientos, reviviéndolo a diario y sufriendo para el mundo entero. Él prefiere mantener ese aspecto de su vida en privado, aunque parece que en un principio receló de los planes de la actriz respecto al bebé y ha dejado caer alguna duda matizando el testamento de su hijo.

A sus 62 años, Alessandro Lequio es parte del paisaje hispano del corazón y ha hablado largo y tendido de sus relaciones amorosas, a menudo reveladas con escándalo como la que mantuvo con la modelo Mar Flores, de los malos tratos denunciados por algunas de sus parejas, de sus fotos desnudo, o de su infidelidad a la propia Obregón (ella misma se calificó de «la cornuda nacional») a cambio de fama y del dinero necesario para llevar una buena vida. «Vendo, he vendido y seguiré vendiendo», aseguró sin complejos el italiano en una entrevista.

De momento respeta escrupulosamente el «principio de silencio» que se ha autoimpuesto, resistiendo el bombardeo constante de la curiosidad ajena sobre su descendencia.

Suscríbete para seguir leyendo