La dudosa ubicación de Sumar

Antonio Papell

Antonio Papell

La sociología política no es una ciencia exacta, y la mayoría de quienes la dominan sienten cierta repugnancia por la utilización espuria de tal disciplina en el mundo político. Y aunque una gran parte de los sociólogos actúe con insobornable honradez, es inevitable la sospecha de que en algunos casos existe manipulación, ya que las encuestas no solo sirven para retratar un determinado momento político sino también para animar o desanimar el voto.

Es, pues, inevitable un cierto escepticismo sobre los sondeos políticos (ayer se publicaron tres, muy divergentes entre sí y uno de ellos sin ficha técnica siquiera), pero a veces hay encuestas indirectas que miden parámetros reveladores. Es el caso, por ejemplo, de algunas que se han realizado en España sobre la gestación subrogada por partidos políticos. En una de las más divulgadas, el 34,9% de la muestra está a favor de esta práctica. Los más partidarios son los votantes de Ciudadanos, con el 56,5%. A continuación está Vox, con el 56,1%. Luego el PP, con el 47,6%. Y en el siguiente escalón Sumar con el 34,6%, seguido por el PSOE con el 18,2% y por Unidas Podemos con el 1,5%.

Aunque obviamente no hay pruebas de que el progresismo y el conservadurismo puedan calibrarse mediante este indicador —la mayor o menor aceptación de la gestación subrogada—, la existencia de un amplio debate sobre el particular a causa de un caso concreto que ha transitado profusamente por los medios sugiere que ese parangón tiene bastante fundamento. Máxime cuando los límites están claros: los más partidarios de la permisividad son los de Vox, la extrema derecha, y los menos partidarios los de UP, la extrema izquierda.

Lo llamativo es que hoy por hoy Sumar, que es una plataforma con vocación de abarcar a toda la izquierda del PSOE, no ocupa según este parámetro dicha posición sino la que se encuentra entre el PSOE y el PP, en un lugar cercano al centro político. Esta evidencia, que puede ser objeto de innumerables análisis y discusiones, sirve sin embargo para alentar el temor que un sector del PSOE ya ha expresado al no haberse producido todavía la integración de Podemos en Sumar: el de que si Sumar sigue exhibiendo una gran moderación y repudia a la organización surgida del 15 M que fue la que provocó el estallido radical en nuestro sistema de representación, cabría la posibilidad de que Yolanda Díaz, una política cotizada y en alza, en lugar de representar con éxito al sector ideológico situado a la izquierda del PSOE, termine compitiendo con este partido por el mismo espacio político, lo cual, en lugar de sumar fuerzas al hemisferio izquierdo, lo fracturaría todavía más, y en un clima de discordia que en la práctica entregaría el poder a la derecha.

No parece dudoso que el éxito de Podemos, una fuerza política populista y radical, que surgió reactivamente como respuesta a la incompetencia del sistema político que había caído en la trampa de la crisis global 2008-2014 y que no veía modo de sacar al país del pozo, nació del instinto de sus principales dirigentes, Iglesias, Errejón, Monedero y algunos más. Este fue el origen de Unidas Podemos que se coaligó con el PSOE el 30 de diciembre de 2019 y que ha gobernado hasta ahora mediante una dialéctica muy eficaz: el PSOE, formación mayoritaria, era constantemente estimulado desde la izquierda por una formación más extremosa y beligerante, con el resultado de un reformismo muy eficiente, justo en el límite entre la ortodoxia y la heterodoxia europeas.

La única forma de que sobreviva la izquierda en el poder en las próximas elecciones es que se reproduzca de algún modo este binomio, y ello explica la creación de Sumar, que había de ser una reconstrucción del espacio, fracturado por el choque de egos entre protagonistas, que tuvo su modelo más evidente en la ruptura entre Iglesias y Errejón, así como en el despegue de las confluencias territoriales. Si no se consigue aglutinar ese magma fracturado en un proyecto común, será muy difícil mantener la mayoría progresista en el Estado y en el parlamento. Iglesias y Díaz —situada por aquel al frente del proyecto— no pueden ignorar la evidencia.

Suscríbete para seguir leyendo