Tierra de nadie

Una señora de Aranjuez

Juan José Millás

Juan José Millás

El miedo a la debacle financiera absoluta se ha vuelto crónico, tal y como se deduce de las nuevas advertencias del FMI. Esa debacle implicaría en primer lugar, claro, a los bancos. Y aquí es donde uno advierte la gran contradicción económica: resulta que guardamos el dinero pequeño, fundamental en las vidas pequeñas de las gentes como usted y como yo, en instituciones en las que no confiamos. ¿Se podría tener acaso en otro sitio? Pues no, he ahí el dilema. Y entonces es cuando nos viene a la memoria el «corralito» argentino, por poner un ejemplo.

-¿Os acordáis del «corralito»? -dice un amigo en medio de la cena de los sábados.

-Aquí no puede pasar -responde uno de los comensales.

Yo no digo nada, pero llevo años padeciendo catástrofes que aquí no podían pasar. A mí mismo me han ocurrido desgracias que no me podían pasar. Mi madre, cuando yo era pequeño y le expresé mi pánico a quedarme huérfano, me aseguró que ella jamás se moriría. Y se murió. Se murió mi padre también, al que juzgaba eterno. Dirán ustedes que mi madre me mintió y que lo de mi padre era la fantasía loca de un crío inseguro, pero los bancos nos mintieron también con las preferentes, entre otros productos financieros. Además, durante muchos años pusimos en ellos una confianza tan delirante como la que yo había puesto en mi padre.

Pero el llamado «sistema financiero» incluye mucho más. Se trata de una red mundial inabarcable para mentes normales e ingenuas como las nuestras. A usted y a mí nos cuesta comprender que el colapso de un banco en Silicon Valley pueda afectar al plan de pensiones de una señora que vive en Aranjuez. Somos incapaces de seguir la línea de puntos que une lugares e idiomas tan distintos. Nos lo pueden explicar dos veces, dos mil, dos millones de veces, y continuamos sin entenderlo, aunque estamos obligados a fingir que sí porque, si no entiendes eso, es que no entiendes nada, no entiendes que la realidad se ha globalizado y todo eso. Pues seamos francos de una vez: no lo entendemos, no comprendemos que nuestro gato se muera porque una mariposa haya movido sus alas en Hong Kong. Y sin embargo parece que sí. Aunque a lo mejor ha sido la muerte de nuestro gato la que ha provocado el batir de las alas de la mariposa.

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