Yolanda Díaz no se presenta el 28M

El lanzamiento de Sumar en medio de una campaña electoral ajena empeora las perspectivas de Podemos en las municipales y autonómicas, zancadilleado ahora desde su propia orilla

Yolanda Díaz, en la presentación de su candidatura.

Yolanda Díaz, en la presentación de su candidatura. / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

No hace falta ser politólogo para concluir que Podemos se encuentra en una situación más peliaguda hoy que el día antes de la proclamación de la política «de la ternura», a cargo de Yolanda Díaz. La diferencia de entidad es que la vicepresidenta del Gobierno no se presenta a las autonómicas, que seguirá por televisión. La confrontación regional peca de demasiado rústica para la tarea mesiánica en que se ha empeñado.

El lanzamiento de Sumar en medio de una campaña electoral a la que no concursa empeora las perspectivas de Podemos en ayuntamientos y comunidades. El partido que sostiene al Gobierno se ve zancadilleado y zarandeado, ahora desde su orilla. Ha obtenido la calificación unánime de villano, a falta de determinar en qué momento se emprenderán acciones desde la izquierda contra la formación de Pablo Iglesias, al estilo de las canalizadas por Vox.

Con un enunciado de pregunta casposa, ¿desea Yolanda Díaz unos excelentes resultados de Podemos, en los miles de comicios convocados para el 28M? En la hipótesis inverosímil de que el partido de Iglesias mejorara sus esmirriadas perspectivas actuales, la vicepresidenta quedaría desacreditada, volvería a la irrelevancia. Es un bofetón desde la aldea al líder estatal que deben recordar quienes tienen preparadas las balas contra Núñez Feijóo, por la presumible mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.

La lucha fratricida siempre fue más estimulante para la izquierda, con un Iglesias brillante en su encarnación de John Wick. Sin embargo, Podemos ha sufrido dos puñaladas simultáneas. La primera estocada fue autoinfligida por la peor dirección que pudo imaginar un partido político, con Iglesias ejerciendo la férrea tutela de Puigdemont o Aznar, en la estirpe de los guardianes de las esencias.

Al delegar en Irene Montero e Ione Belarra, el fundador les transfirió la condición de las políticas más detestadas de España, por encima de personajes como Santiago Abascal. La segunda puñalada fue asestada «con ternura» por Yolanda Díaz, con más de un órgano afectado. Por ejemplo, ahondando el drama de los candidatos masculinos de Podemos que van a verse superados por candidatas de derechas, una bendición de acuerdo con las doctrinas de la líder de Sumar que privilegia el sexo sobre los principios ideológicos.

Cabe imaginar en este apartado la desesperación de Mónica García con el nuevo escalafón de género, tras ser derrotada con contumacia por otra mujer y dado que aspira solo a ser la cuarta presidenta de la comunidad madrileña, frente a la condición inaugural de la vicepresidenta que pretende La Moncloa. Claro que Ayuso encaja con la «mujer mujer» aznarista, pero no se adapta a los supuestos de la mujer a secas enarbolada por Yolanda Díaz.

Al interponerse entre Podemos y las elecciones inmediatas, Yolanda Díaz protagoniza un inesperado gesto violento, como si un pacifista le arreara a su vecino de marcha con la pancarta en medio de la manifestación. Difícilmente obtendrá el sufragio universal quien es incapaz de conseguir ya no el apoyo, sino la convivencia pacífica con su familia. La campeona no puede ser una víctima, en su discurso de Magariños se declaró dispuesta a abrazar a cambio del voto a los militantes de las ideologías más dispares, con una sola y sorprendente excepción. Que no es Vox, sino Podemos.

La izquierda estaba desgarrada hasta ahora por un solo Iglesias, la vicepresidenta del Gobierno se suma al tensionado cuando se declara ajena a los asuntos locales para concentrarse en diciembre. Los intelectuales de cabecera de Yolanda Díaz reconocen abiertamente que se trata de someter a Podemos en las ligas regionales, para obligarle a pactar debilitado bajo las consignas de la salvadora de Sumar.

La táctica de concentrarse en objetivos de calado cuenta con el nimio inconveniente de los municipios y comunidades sacrificados durante el proceso, ante la imposibilidad de que el PSOE tenga pulmones suficientes para impulsar a la izquierda entera. Bajo la ternura anida el maximalismo de que para salvar a España, hay que prescindir de los engorrosos españoles. Estrategas como Iglesias o Yolanda Díaz muestran el mismo desprecio que los grandes dictadores hacia sus soldados. En palabras autobiográficas del Napoleón que por fuerza les sirve de referente, «sin lágrimas, había dado órdenes que trajeron la muerte a millones de personas». El espectáculo transcurre con el PSOE resignado a apadrinar a su candidata subrogada, porque los entusiasta de Trump son frikis pero los fieles de la política emocional de Yolanda están tocados por la gracia de un dios laico.

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