Sumar, adelante

Antonio Papell

Antonio Papell

Los últimos datos objetivos de la situación del espacio político ubicado a la izquierda del PSOE no son precisamente alentadores. En las elecciones andaluzas del 19 de julio de 2022, la dificultad de agrupar organizaciones a la izquierda de la izquierda, un designio que solo se consiguió parcialmente, facilitó sin duda la mayoría absoluta que consiguió el Partido Popular de la mano de Juanma Moreno. Con anterioridad, el 4 de mayo de 2021, se celebraban las elecciones autonómicas madrileñas, en las que arrasaba Isabel Díaz Ayuso por el PP con casi el 45% de los votos, mientras la lista de Podemos, encabezada por el propio Pablo Iglesias —gesto siempre torvo, modales siempre airados—, quien se puso al frente de la candidatura, temeroso de que su partido quedara fuera de la cámara madrileña, apenas logró sobrepasar el 7% de los votos y obtener diez escaños en un parlamento de 136 asientos.

Ante estas evidencias, la constitución de «Sumar» fue una buena idea para facilitar casi a las puertas de las futuras elecciones de finales de año la convergencia de todas las fuerzas del mencionado espacio, en el que sin duda predomina todavía Unidas Podemos, la coalición entre la veterana Izquierda Unida y la emergente Podemos, un grupo potente cristalizado por Pablo Iglesias como desenlace de las protestas suscitadas por la gran crisis económica de 2008-2014. Como es conocido, el 30 de diciembre de 2019 PSOE e IU firmaron el acuerdo de la «Coalición progresista», que consiguió formar gobierno tras las elecciones del 10N de aquel mismo año. Meses antes, se celebraron otras elecciones el 28 de abril, en que PSOE y UP sumaron entre ambos 10 escaños más que en las siguientes, pero entonces no hubo posibilidad de acuerdo por razones complejas y bien conocidas.

La imposibilidad de incluir ahora en «Sumar» a todas las fuerzas que deberían estar en ella se relaciona con la evidencia de que, a escala autonómica y municipal, es difícil coordinar y unificar la diversidad existente. En Madrid, por ejemplo, no es realista imaginar que Podemos y Más Madrid, separados traumáticamente en 2019, se avengan a fusionarse en unas pocas semanas en una sola organización… Sí en cambio es posible, y en todo caso necesario, que ambas formaciones vayan unidas a unas elecciones generales. Así las cosas, lo razonable sería, pese a este inicial desencuentro entre «Sumar» y UP, culminar la unidad después de las municipales, que al mismo tiempo servirán para ponderar el peso específico respectivo de cada grupo integrado en la casa común.

Yolanda Díaz, señalada por Pablo Iglesias como lideresa de todo ese espacio (conviene recordar que en esta designación, después cuestionada, no hubo primarias), ha acumulado en el Ministerio de Trabajo prestigio suficiente para afirmarse en su papel. De modo que la incógnita será si, después de las autonómicas y municipales del próximo mes, Pablo Iglesias, a quien se le reservaría el papel de reina madre de este conglomerado, jugará realmente a favor del pacto o preferirá mantenerse a distancia en sus improvisadas tribunas mediáticas, aunque su displicencia deteriore a la izquierda. Esta posibilidad no es en absoluto desdeñable porque en memorable ocasión ya impidió un gobierno PSOE-Cs, lo que prolongó muchos meses el agónico declive de Rajoy.

Por decirlo más claro, a la vista de la posición de las dos ministras de Podemos, Ione Belarra, secretaria general del partido, e Irene Montero, ambas brazos ejecutores de un Pablo Iglesias que parece estar siempre de retorno de alguna parte, el enigma consiste en si Iglesias tiene verdadero interés en que prosiga en el gobierno la coalición progresista durante una legislatura más, o si le estimula la posibilidad de una alternancia, que le ofrecería un futuro discursivo mucho más vasto y florido. Iglesias, reserva espiritual de la izquierda de Occidente, frente a Vox en el poder en España, daría mucho juego en las tertulias y en sus canales cuasi clandestinos de televisión.

No es muy gratificante esta evidencia de que un personaje como Iglesias, con indudable capacidad de convocatoria (en declive), sin cargo representativo ni orgánico alguno, tiene en sus manos el futuro de un sector decisivo de la izquierda. Pero es lo que hay.

Suscríbete para seguir leyendo