Tribuna

Las cofradías, espacios de fraternidad y solidaridad

Sebastià Taltavull Anglada

Sebastià Taltavull Anglada

A lo largo de estos últimos años y en diversas ocasiones hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la identidad y la actividad de las cofradías que hay en nuestra diócesis de Mallorca y que acogen a miles de cofrades, hombres y mujeres de Ciutat y Part Forana, repartidos en mitad y mitad. Cada cofradía tiene su identidad, su organización, pero hay un camino que es común, aunque se viva en la riqueza que presenta su diversidad. Se ha hecho y se sigue haciendo el esfuerzo de unificar criterios, corregir errores, compartir proyectos, dignificar celebraciones, organizar formación y espiritualidad, y promover actividades orientadas a la ayuda social, aspecto por el cual las cofradías fueron fundadas. Creo que en este camino se ha avanzado y no poco, lo cual es de agradecer a todas y a todos los que han ayudado a que esto siga siendo una realidad.

Los tiempos han cambiado mucho desde los inicios, sobre todo desde el momento en que cada cofradía fue fundada, más si los objetivos a conseguir y el estilo de proceder ha pasado por profundas transformaciones. Por esta razón y para vivir la vigencia de sus orígenes, se han tenido que hacer muchas adaptaciones y renovar el espíritu con el que vivir su identidad en el momento actual, en el corazón de una sociedad laica, plural y democrática. Las cofradías nacieron de la necesidad de ayudar a los más necesitados de sus miembros y, así, constituían una verdadera fraternidad. La palabra «cofrade» tiene precisamente este sentido de «hermano» que vive la solidaridad con sus hermanos. Para que fuera así, era necesario tener conciencia de la necesidad de formación, de espiritualidad, de devoción, de celebración de la fe, aspectos que luego se hacían visibles en las manifestaciones públicas en medio del pueblo y portando las imágenes que eran veneradas. En este caso, sobre todo, las que presentan el drama de la Pasión del Señor en la diversidad de sus matices y momentos, y la procesión del Encuentro el día de Pascua en la fiesta de la Resurrección.

Hemos insistido mucho en que todos estos aspectos fueran conocidos y vividos con el sentido propio que la Iglesia le da y que los cofrades hacen realidad con su presencia, tanto en los actos propios de cada cofradía como en la participación en los actos celebrativos de la Semana Santa y Pascua. Con todo, siempre se ha insistido mucho en que la organización y la actividad de una cofradía no tiene que quedar reducida a unos pocos días al año, sino que tiene que ser algo permanente. Una cofradía tiene que abarcar la vida de los cofrades en sus diferentes actuaciones a lo largo del año y, por ello, hay que crecer en autenticidad evangélica, en sentido de Iglesia y en ardor misionero, lo cual significa vivir la fe, alimentarla con la oración y los sacramentos, y expandirla con la palabra y el testimonio cristiano. ¿Qué podría suceder si los casi diez mil cofrades que hay en nuestra isla todo esto se viviera a fondo? ¿Cómo aumentaría la presencia y la acción solidaria en nuestras parroquias y comunidades en favor de los más necesitados, lugares en los que cada cofradía tiene la misión de llevar a término su compromiso de fidelidad y pertenencia?

Siempre me han parecido muy clarificadoras las palabras de Benedicto XVI dirigiéndose a la Confederación de Cofradías de las diócesis de Italia, al definir lo que es una cofradía: «Un conjunto de hermanos y hermanas que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el corazón a los demás, de manera especial a los que se encuentran con más dificultad». Y, aún, añade que «a pesar del incremento del bienestar económico, aún no han desaparecido las bolsas de pobreza y, por tanto, hoy como en el pasado, queda mucho por hacer en el campo de la solidaridad». En los momentos de la pandemia del coronavirus, muchos cofrades se preguntaban «¿qué podemos hacer ahora que no podemos salir en procesión?». Apareció la magnífica idea de iniciar una acción social a la que llamamos «Cofrade solidario», lo cual significa organizarnos para la solidaridad y, a partir de ahí, tanto a nivel de donaciones económicas como de prestación personal en acciones de voluntariado en diversas instituciones sociales como Cáritas, Manos Unidas, Proyecto Hombre, Pastoral de la Salud, Pastoral Penitenciaria, Casa de Familia, y tantas ONG en las que se puede participar y actuar solidariamente. En este momento, ya hay un buen grupo de cofradías adheridas a este proyecto social. Esto sí que es trabajo para todo el año y puede mantener muy cohesionada y en línea de compromiso cristiano la cofradía que ha optado por ello.

Unimos a todo ello el valor que tiene la religiosidad popular, que nace del corazón y se abre a Dios y a los demás. Una sociedad laica como la nuestra puede muy bien asumir e incluir este valor junto con el hecho social de las cofradías y con cualquier institución eclesial, sea de carácter educativo, familiar o social. El Evangelio, cuando es propuesto con toda honradez, puede hacer mucho bien a todos, como la misma religión cuando es vivida con autenticidad y es fuente de fraternidad y amistad social. Hoy, en los momentos de crisis económica y moral que vivimos, la dimensión socio-caritativa de las cofradías adquiere y ha de adquirir aún más un singular protagonismo. La caridad -que es el amor llevado hasta el extremo- y la solidaridad -que es el amor sólido para con los demás- tienen que ser elementos imprescindibles como grupos de hermanos creyentes que se abren a cualquier persona para hacer el bien, y lo hacen sin ser exclusivos ni excluyentes.

Los más pobres han de ser la prioridad y el punto de referencia, además de la medida de la autenticidad de nuestra actuación. El papa Francisco, hace diez años, inmediatamente de su elección y ante miles de periodistas y toda la audiencia de las redes sociales dijo: «cómo me gustaría una Iglesia de los pobres y para los pobres». No ha cesado de animarnos a hacerlo realidad. Para el tiempo que vivimos, la opción creyente es muy clara y necesaria y su fuente es el amor de caridad, el que se da del todo y se da sin medida, como Jesús. El mismo Jesús que, durante esta Semana Santa, las cofradías pondrán en imagen en las calles para que lo contemplemos, le recemos y, con toda la libertad del mundo y para el bien de todos, le sigamos.