Tribuna

La transición a la vida adulta de IB3

Ignacio Bergillos

Ignacio Bergillos

Ahora que IB3 celebra su entrada en la edad adulta y algunos de sus trabajadores están de enhorabuena por la consolidación de sus puestos a través del proceso de internalización, el ente público se anima a mirar al futuro con cierto optimismo. ¡Incluso el viento de los otrora repudiables índices de audiencia sopla estos días a favor!

No tan rápido, avisan los productores, preocupados por la situación de los presupuestos destinados a su actividad: demasiadas horas de emisión para unos ingresos menguantes. Para felicidad de todos, sin embargo, parece que el reconocimiento del servicio público de radiotelevisión no se encuentra gravemente amenazado. Se presiente, eso sí, la controvertida hipótesis de Suárez Candel, antiguo director de estrategia de la EBU: el modelo del servicio público actual es el de aportar cifras de audiencia a la clase política para conseguir que se apruebe el presupuesto.  

Aunque en la Comisión de control a IB3 del Parlament se mantiene un discurso sólido en la defensa de su gestión acudiendo a los valores tradicionales del periodismo y el servicio público (neutralidad, diversidad, transparencia, veracidad), el actual entorno obliga a mirar más allá de la radiodifusión y abrazar las dinámicas propias del nuevo ecosistema mediático. ¡La cultura digital! En el contexto de escasez de canales se podría defender la necesidad de una radiotelevisión que informe, entretenga y eduque a los ciudadanos, pero en la abundancia mediática actual se requieren nuevos conceptos que justifiquen el carácter distintivo de los medios de servicio público. En los círculos académicos e industriales los debates giran habitualmente en torno a estos retos bien conocidos: el objetivo del servicio público en el entorno digital, los modelos de financiación que permitan su viabilidad, la necesaria adaptación al contexto multiplataforma o su relación con medios comerciales y otros agentes innovadores. 

Ocurre que esas cuestiones son, en muchas ocasiones, ajenas a la ciudadanía, más preocupada por otros asuntos. ¿Cuáles? Tradicionalmente se ha apuntado hacia su preferencia por contenidos de calidad, por sentirse representada en los contenidos que se producen o por la cobertura de asuntos relevantes para la comunidad. ¿Es eso lo que busca la ciudadanía en IB3? Suponemos que sí, pero realmente no se puede saber. Los índices de audiencia que radiografían el consumo mediático se encuentran también en una importante transformación y, aunque son herramientas estadísticamente sofisticadas, no aportan conocimientos contextualizados y cualitativos sobre qué contribuciones hacen los medios a la vida de las personas.

Es posible que exista una enorme distancia entre las reflexiones y búsquedas de soluciones que se desarrollan en congresos, despachos o redacciones y las percepciones de ciudadanos que navegan como pueden en el entorno digital y la abundancia informativa. Quizá sea la misma distancia que hay entre lo que los medios de servicio público son y lo que deberían ser. En este coming of age precario pero esperanzador, IB3 tiene ante sí la oportunidad de redefinir su relación con la ciudadanía a través de una conversación que se centre no sólo en la calidad de los contenidos, sino también en cómo contribuir a la calidad de vida -mediada- de los ciudadanos. El paso a la edad adulta (así como definir la calidad de vida) es precisamente eso: buscar la conexión entre quienes somos y quienes queremos llegar a ser.