DESDE PARÍS

Kaos

Juan Rigo

Juan Rigo

Osea caos, para que nos entendamos, pero con la ‘k’ que suena más contundente, remitiéndonos a la raíz griega del término y al significado: la ausencia de orden, la anarquía que reina en las calles de París desde hace unas semanas, desde que el Gobierno puso en marcha el programa de reforma de pensiones. Una reforma que estaba en la hoja de ruta del Presidente Macron desde su primer mandato, y que se vio frenada no solo por un primer movimiento sindical, huelga de transportes en diciembre del 2019, sino sobre todo por la pandemia que puso todo patas arriba, y focalizó la política en hacer frente durante dos años «cueste lo que cueste», en palabras del Presidente, a los efectos y consecuencias derivadas del tsunami covid.

En el programa con el que se lanzó al ruedo de la reelección el pasado Mayo insistía en necesaria la reforma de las pensiones, pero abandonando la idea del sistema a base de puntos (según un cálculo basado en los años cotizados) centrándose ahora en la edad de jubilación, pasando de la actual de 62 a 64, medida impopular que ha provocado las protestas de una parte de la oposición y especialmente de unos combativos sindicatos. Unos sindicatos que se vieron desbordados, y ninguneados en su día durante el violento episodio de los chalecos amarillos y que así recuperan el protagonismo perdido.

El caos tuvo su génesis en Enero al empezar a tramitarse la reforma en la Asamblea Nacional, el equivalente de nuestro Congreso de Diputados. Por una parte la NUPES, la heteróclita formación de izquierda que reúne a socialistas, ecologistas e insumisos, y que baila al ritmo de Mélenchon (que ni siquiera es diputado) obstaculizó desde el primer momento el normal tratamiento de la reforma presentando miles de enmiendas para bloquear el proceso y hacer inviable, en el plazo previsto por la ley, el debatir los diferentes puntos del plan de reforma. Mientras, en la calle, los sindicatos, todos a una, lanzaron el reto de paralizar el país, literalmente ponerlo de rodillas, con el objetivo de que el Gobierno retirara su proyecto. ¿El argumento? Con la edad de jubilación no se juega y punto. Y así desde hace dos meses, con manifestaciones semanales (hasta ahora bastante pacificas) y huelgas puntuales y/o reconducibles, especialmente en transportes públicos, refinerías, enseñanza (con desigual seguimiento) y, especialmente impactante, la recogida de basuras (más de 9.000 toneladas acumuladas desde hace ya días en las calles de la capital). En este último apartado, el Ministro del Interior se ha dirigido a la Sra. Hidalgo para que intervenga, pero la alcaldesa de París, declarando su apoyo a los huelguistas del Servicio Municipal de Limpieza, ha obligado a que sea el Prefecto de la región quien lleve a cabo la «requisición» forzada de los empleados necesarios para proceder a la recogida de basuras ante la alarma social y la indignación de los vecinos de la ciudad «luz», más apagada, sucia, triste y maloliente que nunca.

Y todo esto a menos de 500 días de la inauguración de los JJOO París 2024, cuenta atrás simbólica que casi ha coincidido con la «jornada particular» del Presidente. Pero olvídense del gran Ettore Scola y la particular jornada de Mastroianni y la Loren, aquí la película va de Emmanuel Macron, como director y protagonista, chupando cámara. Solo ante el peligro, por seguir con referencias cinematográficas, tras su personal decisión de hacer pasar la reforma por decreto, desenfundando el famoso y constitucional 49-3, saltándose la votación de la Asamblea y poniéndose al país por montera. El espectáculo protagonizado el pasado jueves por los diputados, que ocupaban sus escaños pendientes de la esperada votación, no fue precisamente edificante para la democracia. Cuando una gris e incómoda Elisabeth Borne subió a la tarima para anunciar que su gobierno había decidido obviar la votación y aplicar la reforma por decreto, los representantes de la NUPES, puestos en pie, arrancaron con una Marsellesa mezclada con silbidos, abucheos e improperios. Simultáneamente, en las inmediaciones del singular edificio, en la Plaza de la Concorde, los representantes sindicales que aguardaban el resultado de la votación no pudieron contener la rabia de los manifestantes presentes y se improviso una de hogueras y enfrentamientos con las fuerzas del orden. Unas refriegas, teóricamente espontáneas, que se dieron también en diversas grandes ciudades como Marsella, Burdeos, Lyon, etc.

Detrás del anuncio de la Primer Ministro está la decisión de Macron, que había reunido a su gobierno por la mañana y decidido que ante la imposibilidad de contar con el voto mayoritario (necesitaban el apoyo de LR, la derecha moderada) prefería aplicar directamente el 49-3 para evitar ver rechazada su reforma por la Asamblea, como una humillación personal. Para unos esta maniobra significa echar aceite al fuego y de hecho se espera una respuesta contundente por parte de los sindicatos que claman por una radicalización de la lucha, de las huelgas y de las manifestaciones esperando que prospere alguna de las mociones de censura que deben presentarse en unos días.

Pero el tema está en que si bien Macron no cuenta con la mayoría absoluta, la oposición tampoco; es decir que para que prospere alguna de esas mociones tendría que darse una conjunción extraña, es decir que votasen juntos la extrema derecha y la extrema izquierda y aun así necesitarían los votos de algunos centristas y las de los Republicanos (más divididos y desnortados que nunca). Digamos que Macron cuenta con la minoría mayoritaria y además está ya en su segundo mandato, por tanto por mucho desgaste que acuse con esta medida impopular, intenta como sea dejar huella de su paso por la presidencia y la aplicación de la reforma era una de sus asignaturas pendientes, por «el riesgo financiero y económico que corre el país» (dixit) si no se realiza a tiempo esa reforma. En un horizonte no muy lejano, sin retrasar la edad de la jubilación y teniendo en cuenta el envejecimiento y la prolongación de la esperanza de vida de la población, por cada trabajador cotizando habrá tres pensionistas, ecuación imposible, insostenible para el equilibrio del sistema de pensiones por repartición.

Mientras la izquierda se agita, la extrema derecha, calladita hasta ahora, sonríe diabólicamente. El partido de la Sra. Le Pen es el gran beneficiado por esta crisis y parece estar a la espera de que prospere alguna de las mociones de censura y que Macron, como ha amenazado en diferentes ocasiones, convoque elecciones legislativas anticipadas. De darse el caso podríamos asistir a una incómoda cohabitación para el Presidente. ¡Affaire a seguir!

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