Limón & vinagre

Arturo Pérez-Reverte: es un hombre sólo

El escritor Arturo Pérez-Reverte

El escritor Arturo Pérez-Reverte / Alba Vigaray

Matías Vallés

Matías Vallés

Se agradece disertar sobre Arturo Pérez-Reverte (APR), porque todos los presentes lo han leído sin demasiado esfuerzo, y el matiz de la facilidad que rima con felicidad es sustancial en su éxito. Sólo tienes que leerlo, sin más. Ha vendido millones de libros que, en consonancia con su ímpetu, ha colocado uno a uno y a mano. Es competitivo en lo profesional como un lobo de Wall Street:

-Yo no necesito el Planeta porque vendo, a diferencia de mi amigo...

Es competitivo en lo personal:

-Te han salido muchas canas.

APR es un hombre sólo, que concibe su vida como un campo de batalla donde se desenvuelve con la lealtad corajuda de un samurái y la soltura de un espadachín. Ninguna insolencia debe quedar sin castigo:

-Leo que un tal Baltasar Porcel se burla de mis novelas, que llama tebeos. No tengo ni idea de quién es Porcel. Es igual, una ejecución.

Nada menos que todo un hombre, escribía Unamuno pensando en APR, que a la fuerza debía desembocar en Pancho Villa y su Revolución paternalista. El autor esencialmente masculino ha aprendido a delinear en El italiano los personajes femeninos con los que tropezaba, aunque se opondrán la excelente La Reina del Sur y sobre todo, la iniciática y sensacional El maestro de esgrima, que será para siempre Assumpta Serna:

-Los novelistas decían, mira a este periodista, qué se habrá creído.

Aquel desdén inaugural, de la tribu literaria que no vende libros, cimenta la ambición de APR. A diferencia de sus colegas de mesa camilla y brasero digital, que temblarían si tuvieran que pisar Ucrania, ha conocido el fragor del combate aunque suene algo pelmazo rescatando heroicidades con medio siglo de antigüedad. Es un escritor sólo:

-Yo no soy un artista.

Y el académico cita a continuación a los mosqueteros de Dumas, para precisar su genealogía novelística. La mención al gabacho conduce a la complicada relación de APR con el cine. Su asociación más reciente es La piel del tambor, tal vez la primera película española que sólo tiene una escena que vale la pena, y la cortaron en la sala de montaje. Y el problema de Johnny Depp en La novena puerta/El club Dumas de Polanski es que el actor no sabe cómo agarrar un libro, un pequeño hándicap en una película de bibliófilos. O tal vez el error consiste en devorar sin discernimiento todos los productos con sabor a APR:

-¡Te has leído hasta la recopilación de mis artículos, no fastidies!

Todos lo saben todo de APR, vive aquí porque ha vuelto a empuñar la lanza sin adarga, una vez que la Academia claudicante con cualquier jerga rapera se pone exquisita sólo en una tilde. El escritor milita en la RAE porque se apunta a todas las empresas que acaben en Española, el adjetivo que mejor sintetiza la libertad caótica de sus personajes, la gallardía. Tal vez el escritor que desprecia la autoficción, la literatura del yo y la narración pormenorizada de bodas, partos y entierros, nos ha hablado siempre en primera persona:

-Me negué a escribir en El País porque ya publicaba con ellos en Alfaguara, quería mantener mi libertad.

APR escribe en serie, definiendo al capitán Alatriste como su alter ego imprescindible, salvo en la infame película donde Viggo Mortensen se empeña en demostrar que no habla castellano. El oficial de los Tercios sólo será superado por el franquista Falcó, a la altura del Sadorski pro Vichy de Slocombe que se ha convertido en el último fetiche de la novela policial. Un «patriota de sí mismo», como su autor. El escritor no quiere amos:

-Me invitan a un restaurante estos millonarios, ya sabes cómo son, y pago la cuenta de todos porque no quiero que se crean que les debo algo.

APR se ha escorado con su país hacia visiones milenaristas. Critica la formación de los jóvenes, una reflexión interesante hasta que se advierte que la pronuncia frente a Pablo Motos. Suplanta la cosmovisión con una cosmivisión. Su Una historia de España tiene más de España que de historia, pero era inevitable que se involucrara en el eterno debate sobre si la nación es insuficientemente española o demasiado española.

Anida en APR la vocación de ser definitivo. Investido de esta cualidad, promueve desde el polemismo tabernario de Twitter un artículo periodístico ajeno, escorado por supuesto a la derecha. Un tuitero adjunta un comentario que vale por una biografía:

-Nos conformamos con poco, don Arturo.

El escritor Arturo Pérez-Reverte, en Madrid.

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