PENSAMIENTOS

Las chicas de oro

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

Los martes y los jueves por la mañana son dos de los momentos más reconfortantes de mi semana. Varias decenas de animadas mujeres (también hay algunos hombres) se arremolinan en el Parque de Son Dameto para sus clases de gimnasia. Qué maravilla de espectáculo.

Las alumnas no son jovencitas, pero conservan la ilusión de las adolescentes por mejorar su físico y pasar un rato agradable. Llegan, muy puntuales, al parque con sus mochilas y bolsas de deporte. Visten una sencilla camiseta blanca y un pantalón de deporte oscuro. Ante todo, comodidad.

Algunas, en espera de que las jóvenes monitoras se pongan en marcha, hacen prudentes ejercicios de calentamiento. La mayoría, no obstante, aguarda el comienzo de las clases en animados corrillos.

Empieza la sesión. Es un tipo de gimnasia adaptado al perfil de la «gent gran», donde se trabaja la coordinación, la elasticidad, el equilibrio y otros factores básicos. Más lo importante es pasarlo bien.

Las restricciones de la pandemia llevaron a que algunas de las múltiples actividades que organizaba la Asociación de Vecinos del barrio se tuvieran que desarrollar en exteriores. Lo que fue una obligación se ha convertido ahora en una ventaja: combinar el ejercicio con el aire libre. Así que las enamoradas de la gimnasia y las aficionadas al baile en línea dan vida periódicamente al recinto.

Un mismo parque tiene distintos públicos: niños a las salidas de colegio y fines de semana; jovencitos a todas horas en la zona de calistenia; señoras en chándal; grupos de yoga; jóvenes aficionados a las artes marciales; etc.

Acabada la clase, las alumnas no tienen prisa en dispersarse. Siguen hablando de sus cosas y algunas aprovechan para hacer un cafetito por la zona. La gimnasia sirve así como vehículo de socialización, vacuna contra soledades.

Otras que también se lo pasan pipa son las veteranas practicantes de «aquagym». Las veo, con envidia, en las piscinas municipales de Son Moix, Son Roca y Génova. Mientras yo nado, despacito, ellas combaten la artrosis a ritmo de canciones de los 80. Qué felicidad y qué energía tienen. Los monitores les dan caña, pero ellas no se amilanan.

Da gusto llegar a edades avanzadas y poder seguir haciendo ejercicios físicos o de entrenamiento mental. Asociaciones de vecinos, «casals» municipales, centros deportivos y otras entidades promueven un amplio abanico de actividades. Hay oferta pública y muy económica y programas privados, estos ya más caros.

Si no te gusta moverte mucho, puedes hacer ajedrez o yoga. Tenemos la parsimoniosa petanca y el más agreste y complicado excursionismo. Fútbol para veteranos, bailes diversos y gratificantes… Lo importante es hacer algo.

Tampoco hay que olvidar el apartado cultural: talleres de lectura, clases de pintura y, especialmente, el mundo coral.

Mallorca vive una primavera de coros donde decenas de personas, muchas de ellas ya jubiladas, gozan aprendiendo e interpretando variadas canciones. Hay agrupaciones de todas clases, unas pocas profesionales o para coristas avanzados. La mayoría, no obstante, solo piden ilusión y un poco de oído musical.

Es el tiempo de las «chicas de oro». Y de los «chicos», claro está.

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