OPINIÓN

Las gafas de la igualdad

Inca Una Marxa per la Igualtat muy participativa

Inca Una Marxa per la Igualtat muy participativa / Ajuntament

Rosa Ferriol

Rosa Ferriol

En este 8M mi deseo sigue siendo el mismo que hace unos años, exactamente cuando en 2018 paramos todas para defender que queríamos escribir en morado los 365 días al año. Aquel año el feminismo tomó la calle. Paramos para defender cosas que a mi entender son básicas. Así que mi deseo hoy también es que los niños y niñas crezcan mirando al mundo con las gafas de la igualdad. Es el único camino. Tal vez deban pasar generaciones pero no dudo que mi deseo se cumplirá. Y es que en pleno siglo XXI es una auténtica lástima que existan diferencias entre hombres y mujeres. Sí, queda muy bien llenarse la boca de igualdad pero las diferencias existen.

Soy de las que cree que un trabajo tiene el mismo valor tanto si lleva la firma de un hombre o de una mujer. Por ello, la remuneración debe ser la misma. Soy de las que cree que si una quiere, puede desempeñar un trabajo considerado más apto para hombres y viceversa. Soy de las que cree que no hace falta llenar páginas y páginas porque, por ejemplo, en Manacor baile una mujer como dimoni porque la pura realidad es que es indiferente si bajo el traje hay un Toni o una Antònia. Bajo mi punto de vista lo importante es el personaje en sí, no quien lo represente. Soy de las que no me siento mal si llego tarde a casa, con los niños ya cenados porque he salido tarde de trabajar. Creo que la figura paterna es tan importante como la materna. Eso sí, tengo que reconocer que muchas veces es la propia sociedad que te hace sentir mal si no tienes, por ejemplo, un trabajo que te permita conciliar sin tener que rebajarte el sueldo. Ojo, respeto a todas las madres que decidan tomarse un parón laboral para criar a sus hijos como respeto que sea él quien lo haga. Me ha costado pero yo ya no me siento mal por no poder llevar, por ejemplo, a mis hijos al parque o perderme partidos de fútbol porque estoy trabajando por las tardes o en fin de semana. Admito que durante mucho tiempo la conciencia de mala madre se ha hecho oír en mi interior pero ha llegado un punto que he aprendido a ignorarla o directamente a mandarla a callar. Si somos iguales, tanto es si al fútbol o al cole lo lleva su padre o su madre, lo importante es que los pequeños vean y crezcan viendo esta igualdad en su propia casa. Y ahí está mi lucha. No soy de las que van a manifestaciones ni de las que suelte discursos feministas pero por eso no me siento menos capacitada de decir que desde mi humilde posición lucho a diario para que mis hijos crean en la plena igualdad. No sé si soy menos feminista por hoy no llevar un jersey morado, por no tomar la calle o por no felicitar el 8M, pero lo que sí tengo claro es que mi conciencia está muy tranquila porque a diario en casa aportamos nuestro granito de arena para que los pequeños crezcan convencidos de que la igualdad puede ser real.

Así tengo la esperanza puesta en estas futuras generaciones pero desgraciadamente en este 8M mi deseo sigue siendo que niños y niñas piensen y vean el mundo con las gafas de la igualdad porque es la única manera de acabar con la brecha salarial, con la diferencia entre hombres y mujeres y con la idea de que sean ellas las que deben ceder o renunciar a puestos de trabajo por cuidar a sus hijos. Ellos también lo pueden hacer, así que hasta que llegue la generación de nuestros hijos veo que será difícil ver cumplido mi deseo de que hemos alcanzado la verdadera igualdad.