Feminismo: crisis de coalición

Antonio Papell

Antonio Papell

Como estaba previsto, el martes el Congreso admitió la toma en consideración de un proyecto de reforma de la reciente ley Integral de Libertad Sexual, conocida como Ley del ‘solo sí es sí’, impulsada por el Ministerio de Igualdad, en manos de UP. El PSOE no consiguió el apoyo de UP ni de otros socios de investidura por lo que solo logró la mayoría gracias a los votos del PP, encantado de poner en evidencia el choque entre las dos formaciones de izquierdas. El motivo aducido para esta propuesta es que la nueva norma ha producido efectos colaterales indeseables: al tipificar nuevos delitos en lugar de los anteriores y variar por tanto las penas correspondientes, la aplicación de la reforma ha producido rebajas de pena y excarcelaciones de delincuentes sexuales. La negativa de UP al cambio ha provocado la paradoja de que partidos que no creen en las políticas de género han ayudado al principal partido de gobierno a sacar adelante una estrategia con fuerte carga ideológica que no comparte el socio del PSOE en el poder. Las profundas diferencias se vieron ayer en las manifestaciones sobre el 8M.

La reforma de la ley integral de Libertad Sexual -Ley Orgánica 10/2022- es, digámoslo claro, innecesaria. Esta nueva ley, que reduce los dos antiguos delitos sexuales (abuso y agresión sexual) a uno solo (agresión sexual) y proporciona a los juzgadores un margen de discrecionalidad probablemente excesivo, incrementa la pena de algunas infracciones penales anteriores y rebaja otras. De ahí que, al promulgarse la nueva ley, y en virtud de un principio general del derecho (la retroactividad de las leyes penales cuando son favorables al reo) se han rebajado ciertas penas y se han producido por tanto algunas excarcelaciones. Una cuestión que, si no hace demagogia, no es relevante, ya que los delitos sexuales siguen recibiendo castigos severos antes y después de la reforma, a pesar de ciertas variaciones menores en la gradación de castigos. No ha habido, en fin, ni asomo de impunidad.

En otras palabras: la revisión de penas al variar la norma penal es un inexorable deber de los jueces, que ya no tiene remedio (si se elevan ahora las penas, prevalecerá lo dispuesto en la LO 10/2022 si es más favorable al reo). Y de cara al futuro, no hay razón para desdeñar el modelo adoptado a instancias del Ministerio de Igualdad, que evita a las víctimas tener que demostrar que ha habido resistencia a la «violencia e intimidación» para que al delincuente se le pueda aplicar la sanción penal máxima. De cualquier manera, la imposibilidad de que PSOE y UP se pusieran de acuerdo ha dado al PP la oportunidad de meter una cuña entre ambos, que enrarece el futuro de la coalición. Una cuña materialmente irrelevante , ya que tan solo alcanza a la admisión a trámite de un proyecto de ley, pero desconcertante para el electorado de izquierdas, que sabe que la derecha nunca ha tenido demasiada sensibilidad para adoptar políticas de género.

Es extraño que PSOE y UP hayan roto la baraja de esta forma después de tres años de colaboración, más menos tensa pero plena y fecunda. Porque quien se haya preocupado por analizar toda la teoría sociológica de las coaliciones sabrá que hay que mantener algunos criterios para asegurar su funcionalidad (en este caso, no parece posible la ruptura, ya que ambas partes son conscientes de sus respectivos destinos están estrechamente vinculados al borde de unas elecciones). En primer lugar, las decisiones de la coalición han de aspirar al respaldo unánime. En segundo lugar, cuando este consenso no exista, hay dos opciones: o encontrar una tercera vía, más menos equidistante de los dos vectores que compiten, o aplazar las decisiones para evitar la confrontación o la ruptura, dañina no solo porque dificulta la existencia de la fórmula sino porque es una muestra de incapacidad ante terceros y desacredita a sus protagonistas. UP (o Sumar, si cuaja la fórmula) y PSOE se necesitan ahora y en el futuro, y ambas partes no deberían olvidarlo en ningún momento. Hoy por hoy, la coalición de izquierdas está moralmente rota, y no es seguro que se pueda recomponer a tiempo.

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