TRIBUNA

Comercio, el sector que más sufre en Baleares

Lluís Ramis de Ayreflor

Lluís Ramis de Ayreflor

La problemática del comercio, llamado de proximidad o tradicional, se enfrenta a todas las circunstancias adversas, que pueden ocurrir en un mercado. Recordemos su problemática para tomar conciencia de la situación.

Se han dado cambios en los hábitos de los consumidores: la pandemia aceleró la tendencia de las compras online, y cada vez son más los clientes que acuden al e-comerç, y, evidentemente, un incremento en estas cifras va en detrimento de las ventas en comercio físico. Por ejemplo -en base siempre a datos INE-, en el año 2011, solo el 18,6% de los españoles entre 16 y 74 años compraron por internet en el trimestre anterior a la encuesta sobre uso de tecnologías; en Baleares esta cifra fue del 22,6%. Si vamos a la última encuesta de 2022, los datos ya superan la mitad de la población citada, concretamente el 55,3% a nivel nacional y 55,6% en Baleares. Y si prevemos la evolución, y analizamos el grupo de personas entre 25 y 44 años, se llega al 71,8%, por lo que la tendencia al aumento de compras on-line, continuará con incrementos importantes.

También se han producido cambios en los vendedores: cada vez hay mayor implantación, de grandes cadenas comerciales o franquicias en algunos casos, con estructuras y políticas diferentes a las de un comercio de proximidad, en contratación de personal, capacidad de inversión inicial y en el destino de los beneficios.

Desde que a principios de los noventa del siglo XX, ante el desembarco de El Corte Inglés, el entonces director general de Comerç, Francisco Truyols, encargara estudios completos para realizar planes de ayuda y modernización al comercio, no ha habido intentos globales de apuestas por este sector, en nuestra Comunidad Autónoma

Por ejemplo, el plan de ayudas último del Govern, Consells y Ayuntamientos se ha basado en bonos de compra para clientes. Estas ayudas, en mi opinión, es obvio que dan liquidez y ayudan al consumo, pero es una medida inflacionaria, que ni siquiera está destinada a personas vulnerables o a productos básicos como la alimentación. No produce ningún cambio estratégico en el sector, ni transformación, ni avance digital, ni apuesta por el futuro, pues son campañas de ayudas puntuales, que distintas administraciones realizan, pensando más en el favor al cliente, que en una estrategia de largo plazo, en favor del comercio de proximidad.

Prueba de la ausencia de políticas en el comercio, es que entre los años 2015 y 2022 (dos últimas legislaturas) tenemos 936 establecimientos menos de comercio al detall, o dicho de otro modo: uno de cada seis ha desaparecido, en cómputo global contando las nuevas altas (fuente: Observatori del Treball Govern Balear). Corrobora estas cifras el dato de que, en el mismo periodo y epígrafe, tenemos 1.112 autónomos menos, lo que supone un porcentaje similar de bajada.

La importancia del sector comercio en Baleares, se puede medir en muchas dimensiones, y la primera, sin duda, es la de empleo. Según fuentes del SEPE, en diciembre del 21, el número de empleados en este sector era de 72.831 personas, lo que representaba el 17% del total de trabajadores; seguidos de construcción, y hostelería. Pero el dato que quiero resaltar es que este sector privado suma, a la misma fecha -según SEPE-, tres veces más trabajadores que las administraciones públicas (22.936 empleados), e incluso es mayor, que la suma de los trabajadores de actividades de educación, sanitarias y sociales (privada y pública), que alcanzaban 67.429 personas.

Esta actividad económica en su modalidad de proximidad, además de su función propia y del empleo y creación de riqueza, cumple otras funciones muy estratégicas. Una de ellas es de seguridad: nuestros pueblos y ciudades, en todas sus calles con comercio, ayudan a la vida social y a la seguridad de los residentes, así como los agricultores al cuidar el campo contribuyen a mantener el equilibrio medioambiental de las islas. El comercio de proximidad contribuye a dar seguridad y a mantener un contacto social y humano, porque personas con menor movilidad por limitación o principios, son atendidos en sus necesidades con este tipo de comercio.

En estos momentos en que se habla de las Ciudades Quince como nuevo modelo más sostenible, (son las que tienen todos los servicios a menos de quince minutos andando), para lograrlo es fundamental que no desaparezca el comercio de proximidad.

Una oportunidad para el comercio de proximidad, a partir de fondos Next Generation, consistiría en realizar un PERTE, de transformación de pueblos y ciudades en base a un urbanismo comercial que vertebre el modelo. Si apostamos por este modelo, no es el más económico, pero sí el más sostenible, los ciudadanos debemos conocer la verdad y aceptarla: la desglobalización, como la descarbonización, tiene un coste, pero con una economía como la que tenemos en las islas debemos saber a dónde queremos ir, y no sólo en el plano de ideas y promesas, sino en la realidad.

Apostemos por un plan sectorial de actividad comercial de proximidad fuerte, que abarque el global de los problemas. Hemos de ofrecer plataformas digitales fuertes para venta online para lo que quieran sumarse, hacer unos modelos de Ciudad Quince contando con todas las actividades comerciales, planes de formación renovados y actualizados al siglo XXI y a las nuevas tecnologías, dar prestigio a la profesión de comerciante con másteres en la universidad, apoyos financieros reales donde se den relevos a los comercios existentes, para que no cierren al jubilarse los actuales propietarios, digitalización, modernización continua de la oferta, y que el observatorio de comercio sirva para ofrecer asesoramiento y ayuda para buscar la diferenciación.

Con políticas de este tipo, mantendremos viva esta clase media, que con la política actual tiende a convertirse en baja, como dije en anteriores artículos.