Cauces de la coalición progresista

Antonio Papell

Antonio Papell

La inercia política de los últimos años ha consolidado un proceso político más complejo que el que caracterizó las cuatro primeras décadas del régimen democrático de 1978. Durante este largo periodo de tiempo, las grandes formaciones de derecha y de izquierda eran una especie de catch-all party —partidos atrapalotodo— que englobaban con cierta facilidad los hemisferios conservador y progresista de un electorado poco exigente que apenas forzó el surgimiento de corrientes en el seno de los partidos para modular mejor su encaje en la oferta ideológica correspondiente. Hoy, el futuro inmediato pasa por las coaliciones, y de hecho el poder ya reside en una de ellas. La mayoría, que ocupa el consejo de ministros y que logra casi siempre aglutinar una mayoría parlamentaria está formada por el PSOE y por Unidas Podemos; la opción alternativa, que peleará por el gobierno en los próximos episodios electorales, es de momento la suma del PP y de VOX, que conjuntamente podrían imponerse a la izquierda. El enigma consiste hoy en dilucidar si esa alianza entre un partido democrático y otro situado a extramuros del sistema es posible, y en su caso, estable.

En definitiva, el dilema de fondo que palpitará bajo el proceso político durante el año en curso, en que se celebrarán consecutivamente las elecciones autonómicas y locales, en mayo, y las generales en diciembre, será qué coalición se impone finalmente a la otra.

En el caso de la coalición progresista, todavía sin definir, habrá que ver cómo se constituye y con qué mimbres se fabrica el armazón del hipotético futuro gobierno, que en principio presidiría Pedro Sánchez pero que también estaría, según algunas previsiones, al alcance de Yolanda Díaz al frente de Sumar.

Como es bien conocido, Iván Redondo, gurú de Sánchez hasta que se rompió la relación a finales del 2021, lanzó sorprendentemente a poco de marcharse de la Moncloa la tesis de que Yolanda Díaz podría ser la próxima presidenta del gobierno. Desde entonces, Redondo ha ido especulando sobre esta posibilidad, y en diciembre pasado constataba que una encuesta de 40dB para El País daba a Sumar 57 diputados, y en su horquilla alta 62. Cerca de los 65 que el analista había presagiado, y bastante en línea con la hipótesis establecida, aunque lejos aún del PSOE.

Más importante que este asunto de la prelación entre PSOE y Sumar es el reparto de papeles que debería establecerse entre ambas organizaciones, y que no ha de ser muy distinto, en el fondo, del que ha existido durante la actual legislatura, considerablemente operativo aunque haya escandalizado a determinados sectores que no terminan de entender que una mayoría en un sistema pluripartidista ha de formarse por el procedimiento de acordar consensos y aplazar divergencias. Durante la legislatura actual, se ha producido un salto importante en las políticas sociales, a falta todavía de una reforma fiscal que dé consistencia a una vía encaminada a reducir las desigualdades, todavía lacerantes. Y ello se ha conseguido mediante una evolución en forma de dientes de sierra que ha resultado muy eficiente.

En el futuro, la pelota está en el tejado del espacio ubicado a la izquierda del PSOE (UP y organizaciones aledañas), que han de ser capaces de liberarse de las rivalidades personalistas y de confluir en una sola opción, bien amueblada. Y si eso se logra, el PSOE tendrá que actuar como un partido posibilista, con un progresismo moderado, en tanto Sumar habrá de seguir representando la utopía, con la conciencia de que, en la política europea, hay que aceptar una premiosidad irremisible, que a veces es frustrante pero que resulta siempre garantía de estabilidad.

En suma, se ha conseguido —y esto es meritorio— que PSOE y UP hayan competido por el grado de las reformas pero no por el modelo de sociedad en sí. Hay un camino solidario, socialdemócrata, de avance, común a toda la izquierda, y diversas sensibilidades a la hora de apretar más o menos el paso para que el avance no se desvíe de los carriles europeos. La competencia es saludable si no implica riesgo de ruptura, y en este aspecto hay que reconocer que ni siquiera los egos desbordados de algunos de los protagonistas han frustrado la progresión. Habrá que seguir de esta manera.

Suscríbete para seguir leyendo