Desde el siglo XX
Una moción de censura que llega repleta de malas intenciones
No es cuestión de tomarse a la ligera la segunda moción de censura presentada por la extrema derecha: contiene trampas para elefantes

Vox registró ayer la moción de censura. / JUAN CARLOS HIDALGO
Desechar como una astracanada de mal gusto a la que no hay que tomar en consideración la moción de censura que acaba de registrar Vox parece poco adecuado, más bien flagrante equivocación: mejor no despreciarla y atender a lo que se dilucidará en el Congreso de los Diputados cuando Meritxell Batet, su presidenta, tenga a bien fijar la fecha en la que Ramón Tamames, con sus nutridas contradicciones a cuestas, subirá a la tribuna para exponer su testamento político. Veremos qué dirá el profesor Tamames, catedrático de Estructura Económica, autor de un ensayo sobre la eclosión de China como potencia mundial; lo que no puede hacerse es menospreciarlo. Quien se adentre en tales derroteros saldrá previsiblemente malparado. La moción de censura va de otra cosa. Tamames es el vehículo, solo el insólito instrumento que la extrema derecha ha hallado para poner en marcha su estrategia, mucho más afinada que lo que pregonan las críticas de brocha gorda que suscita a derecha e izquierda. El PP hace como que la ignora, pero Feijóo intentó disuadir a Tamames de aceptar el ofrecimiento de Vox. Es evidente que la teme. El gallego anuncia que no estará presente en el Congreso cuando se debata, lo que tal vez sea considerable equivocación. Cierto que la moción de censura se ha presentado para poner al PP, entre otras consideraciones, en un brete de mayor envergadura del que pudo zafarse Pablo Casado apoyado en la endeblez exhibida por Santiago Abascal. Vox no volverá a incidir en el error. Además, Cuca Gamarra, la portavoz del PP, está carbonizada después de haberse publicado los tuits en los que se deshacía en elogios hacia Casado horas antes de traicionarlo sin miramientos. Así que, se mire por donde se mire, la moción de censura es una mala noticia para el PP, que saldrá de ella cariacontecido.
En la izquierda, la interesada pretensión de ERC de dejarla pasar sin hacer acto de presencia, para lo cual solicita la connivencia de las izquierdas estatales y periféricas, resalta que al partido del farisaico Oriol Junqueras, siempre tan democristiano, la moción de censura le pilla a contrapié, le rompe la estrategia de estudiada y comedida confrontación con el Gobierno de Pedro Sánchez. El independentismo catalán se verá confrontado con la extrema derecha española; con ella tendrá que medirse en el Congreso. No hay atajos, aunque los implore con mucho desacierto: los ritos parlamentarios son sagrados, no hay lugar para burdos escaqueos. Lo que pretende ERC es tan equivocado como la ausencia anunciada de Feijóo. Vox se la juega, desde luego, la cosa le puede salir rematadamente mal, pero si afina, y sabiendo de qué paño andan vestidos sus dirigentes, es muy probable que los riesgos hayan sido ponderados, así como las ventajas a obtener para haber optado seguir adelante.
¿Y el Gobierno del PSOE? Los analistas madrileños, los cercanos al PP, que son numerosos y bien pertrechados, descalifican la moción asegurando que solo beneficia a Sánchez. Cuidado. El Gobierno también ha de alistar la respuesta que ofrezca y a quién se la dé: ¿Obviar a Tamames? Hay muchas trampas para elefantes en la moción presentada por Vox. Es más enrevesada de lo que se anda pregonando: suscitará más atención de la que desearían quienes descuentan los días que faltan para las elecciones que atisban victoriosas.
Acotación bochornosa.- La equidistancia que establece Podemos en la guerra de Ucrania es moralmente miserable. Quién es el agresor y quién el agredido es obvio. Belarra, que emite los mensajes que le dicta Pablo Iglesias, enuncia un discurso cínicamente imberbe. La soledad en la que las democracias dejaron a la Segunda República ante el golpe de Estado en 1936 al negarle las armas que reclamaba para hacer frente a los militares facciosos pertrechados por Hitler y Mussolini es referencia adecuada. La historia de España de haberse ayudado a la República habría sido otra. No es aceptable que la mafia fascista de Putin engulla a Ucrania.
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