Entrebancs

La ceremonia de la confusión

Antonio Tarabini

Antonio Tarabini

Es una realidad que malvivimos inmersos en una ceremonia de la confusión. Un momento político sumergido en una eterna campaña preelectoral; un factor económico intentando hacer frente a un «nuevo» modelo productivo fruto de la guerra de Ucrania; y una Sociedad civil, especialmente las clases medias sumisas a una pérdida de perspectivas presentes y futuras, personales y familiares.

Parecía que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y de las equivalentes Autonomías, posibilitarían una cierta gobernabilidad y estabilidad. Pero la realidad es que: en tiempos de fragmentación política y en una encrucijada preelectoral, dificultan la gobernabilidad y la estabilidad.

¿Qué entendemos por gobernabilidad? En teoría contar con una mayoría parlamentaria debería posibilitar que los órganos constitucionales del Estado (y muy especialmente el Gobierno) puedan constituirse de manera regular y sin demoras conflictivas para poder ejercitar sus atribuciones. Pero las derechas (extremas), siguen bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ); e impiden que parte del propio CGPJ proponga a los Magistrados del Tribunal Constitucional que le corresponde nombrar en estos momentos. Ya es bastante preocupante que tal bloqueo afecte a tales dos órganos, pero todo hace pensar que los peligros de degradación están alcanzando a otros órganos e instancias del Estado. Estamos ante un cuestionamiento doble que, por un lado, afecta a la funcionalidad de estas instituciones; y, por otro lado, también puede generar una crisis de legitimidad, que devaluaría su imagen, sus actos y sus resultados. Tal ceremonia de la confusión también se refleja en el Parlamento, convertido en un circo. El sistema constitucional corre serios riesgos.

¿Qué entendemos por estabilidad? Estamos viviendo, malviviendo, unos tiempos confusos y repletos de incertidumbre. La inflación dificulta el discurso y el quehacer del gobierno. La inflación repercute en los costes empresariales y familiares (coste de la vida, coste energético, materias primas…). Los salarios vigentes significan el quebranto del poder adquisitivo. Esa subida de precios sin alzas salariales es el caballo de batalla de los sindicatos, con la comprensión del Gobierno y el rechazo de la patronal. Las espadas están en alto con la demanda sindical de una subida salarial y una cláusula de revisión salarial a finales de año. La creación de empleo más allá del precario, a pesar de los esfuerzos realizados, sigue siendo asignatura pendiente como acaba de recordarnos la UE. Las pensiones siguen siendo asignatura pendiente; así como el acceso a una vivienda y a los servicios públicos básicos (educación, sanidad…). Sin olvidar la imprescindible reforma fiscal.

Simultáneamente el clímax sociopolítico se ha enrarecido. El novedoso líder popular, Núñez Feijóo sin proponer alternativas más allá de la bajada de impuestos, no propone alternativas a los graves problemas de índole socioeconómica. Se limita a deslegitimar al actual Gobierno de coalición (y de paso a la propia democracia parlamentaria), aduciendo una supuesta ineficacia y debilidad. Su estrategia y táctica están aducidas de la Presidenta madrileña, Díaz Ayuso, con ítems cercanos a la extrema derecha representada por Vox, siguiendo la estrategia y táctica de la ultraderecha francesa conquistando el voto de los trabajadores y de las clases medias. «Yo no puedo votar a la izquierda porque estoy a favor del trabajo. La derecha es la que defiende el valor del trabajo, y la izquierda defiende la asistencia social» (Le Pen). Ahora toca a los efectos de la Ley del «solo el sí es sí» y la reforma del Código Penal. Mañana las pensiones, los salarios, los servicios públicos. Sin pasar por alto la iniciativa de Vox proponiendo una Moción de Censura al Gobierno, «liderada» (?) por Ramón Tamames de «raíces» comunistas.

Esta complejidad sociológica y politológica explica el enconamiento estratégico en el que han caído determinados poderes comunicacionales (medios de comunicación) y de otra índole (económicos y financieros), que se han ido deslizando hacia estrategias de colisión, descalificación y barullo hostil, en un intento por crear todo el ruido, confusión y el descrédito que sea posible, con el propósito de que determinados sectores del electorado se queden en sus casas resignados y pasivos, de forma que así puedan ganar las fuerzas de la derecha (extrema) que tengan los apoyos sociológicos necesarios.

Hoy ¿es posible crear un clímax que posibilite y facilite la reconciliación entre la economía de mercado, el progreso social y la democracia plural? Esa es la tarea asignada prioritariamente a la vigente mayoría parlamentaria y al gobierno de coalición presidido por P.Sánchez. Pero tal complejidad y su consiguiente ceremonia de la confusión también afecta al campo de la izquierda. El PSOE, junto a su líder, son el objetivo central de las campañas de agresión y descalificación, no solo del PP como tal, con sus caras y sus siglas. El acoso estratégico , el «sanchismo» ( ?), tiene objetivos bien definidos: descalificar, sembrar y suscitar conflictos y contradicciones en las filas progresistas conduciéndolas al pesimismo y al derrotismo (¿abstención?)

El bloque de izquierda progresista no lo tiene fácil. La vigente mayoría y el Gobierno también comete errores («sólo el que no actúa no yerra»). Una de sus causas no tiene por qué ser la lógica divergencia entre los dos socios del vigente Gobierno de coalición, al tratarse de dos partidos con personalidad política propia. Lo inquietante es su extensión e intensidad, especialmente desde UP y sus entornos, donde lo «urgente» (?) parece ser resaltar las diferencias con sus socios, los socialistas, desde una estrategia puramente preelectoral.

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