Las ‘trampas de miel’ de los espías sexuales

La seducción de los objetivos del espionaje es un clásico que Israel puso en práctica con Husein de Jordania, pero dentro de un Estado demuestra la disolución del vínculo a proteger

Matías Vallés

Matías Vallés

El magnetismo de las historias de espionaje sigue intacto como género literario, y se convierten en irresistibles al aderezarlas con una componente sexual. Así ha ocurrido en el caso asombroso de los espías policiales incrustados en círculos independentistas y anarquistas catalanes. El Gobierno ha avalado con entusiasmo la infiltración a través de Grande Marlaska, aunque sin preocuparse de momento por aclarar su justificación. También falta determinar el obligatorio respaldo judicial a la vulneración de derechos fundamentales de los conciudadanos de los agentes en cuestión, que han llevado el celo de su misión a establecer relaciones sexoafectivas con sus investigadas y ahora denunciantes.

Weber define el Estado de cara al exterior, como aquella institución que se garantiza el temor respetuoso de sus vecinos, probablemente por la fuerza. Por ello, cuando Leviatán necesita espiar a sus propios ciudadanos, está admitiendo la disolución del mismo vínculo estatal que pretende proteger. Resulta cuando menos curioso que un Gobierno felicite y facilite la infiltración, al tiempo que condena con hipócrita energía la aberración de que una persona controle las comunicaciones de su pareja. La doble vara de medir no preocuparía demasiado a un autor de novelas policiacas, que se regocijaría en cambio con la idea digna de Mortadelo y Filemón de ponerles los mismos apellidos ficticios a los sucesivos policías infiltrados, como si fueran clones.

El sexo está tan ligado al espionaje que ha esculpido una terminología propia. Las «trampas de miel» o «tarros de miel», honeytraps o honeypots, definen las operaciones en que un agente utiliza una relación sexual para extraer información de su víctima, chantajearla o exponerla. Estas maniobras de neutralización corrían a cargo mayoritariamente de mujeres sacrificadas por sus países, debido al desigual reparto del poder. La barrera de géneros no solo se ha roto en Cataluña. La extraordinaria teleserie británica Bodyguard relata las desventuras de una ministra del Interior del gobierno británico, que sucumbe a un guardaespaldas sospechoso de duplicidad. La carga de la relación desató una corriente mitómana hacia los dos actores protagonistas.

La infiltración de los movimientos alternativos catalanes supone el rescate de las formas más elementales de espionaje, con una metodología tan antigua y anticuada como la utilización de globos aerostáticos que ha desencadenado el pánico en Estados Unidos. El próximo capítulo del espionaje directo, para evitar la intercepción electrónica, puede consistir en recuperar las marcas de tiza en los árboles a la hora de fijar una cita con una fuente. De hecho, uno de los riesgos de los jaleados ordenadores cuánticos será el desentrañamiento casi automático de los métodos más sofisticados de encriptación contemporánea.

Las trampas de miel han sido utilizadas con los personajes más poderosos del planeta. Husein de Jordania, amigo cordial de Juan Carlos I, estuvo subcontratado por la CIA y cobró de la agencia de espionaje estadounidense durante dos décadas. Cuando el rey jordano llevaba a cabo sus estudios, el Mossad israelí infiltró a una espía en su entorno cercano. El resultado superó a las expectativas de Tel Aviv, y casi arruina la operación, porque el monarca se enamoró perdidamente de la designada. La hipótesis del soberano hachemita comprometido con una judía desató escalofríos entre los responsables de la maniobra.

Frederick Forsyth fue uno de los primeros superventas que invirtió la tónica de las bellas espías que seducían a funcionarios grises, al introducir la figura de un atlético agente para conquistar a funcionarias grises. Una tercera variante de la casuística literaria contemporánea contempla los romances o relaciones sexoafectivas entre espías. Los deslices anejos a estas complicaciones, antes ilegales que adúlteras, fue capital en el desenlace de las aventuras de los miembros de la CIA que tomaron a España como base de sus secuestros y torturas de presuntos yihadistas sin intervención judicial.

Dos espías alojados en un hotel de Palma disfrutaron la noche en la habitación de uno de ellos, un detalle que no pasó desapercibido al portero de noche. La correspondiente anotación protocolaria desveló la relación prohibida a la CIA. Los agentes solo podían utilizar sus teléfonos oficiales, altamente protegidos. Sin embargo, uno de los miembros del grupo que mantenía una relación extramatrimonial con otra espía no podía pasar la comunicación por el filtro institucional, así que efectuó la llamada a través de su hotel de Eivissa. La documentación pertinente, rescatada por la Guardia Civil, fue decisiva para condenar al comando in absentia en Italia.

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