Desde el siglo XX

El último dislate: iluminar de morado el pedrusco fascista de Sa Feixina

Los disparates del Gobierno municipal de Palma no tienen fin, el postrero es el de realzar el ominoso recuerdo de un buque de guerra fascista responsable de una masacre

Jorge Campos en Sa Feixina.

Jorge Campos en Sa Feixina. / MANU MIELNIEZUK

José Jaume

José Jaume

El desagradable, ominoso, monolito, pedrusco, que en el parque de sa Feixina recuerda al crucero Baleares, buque que, junto a otro italiano, fue responsable de la masacre de civiles acaecida en la denominada carretera de la muerte, la que enlazaba Málaga con Almería, donde fueron asesinados a cañonazos miles de civiles el ocho de febrero de 1937, hecatombe que ha pasado a la historia con el nombre de la desbandada, sigue firme, escupiendo sobre sus víctimas, porque la alcaldesa socialista de Palma, Aina Calvo, en exhibición de notable cobardía, hoy delegada del Gobierno, cargo desde el que sigue ejerciendo manifiesta incompetencia, fue incapaz de derribarlo limitándose a «resignificarlo», inútil subterfugio con el que pretendió rehuir la responsabilidad de hacer lo que debía. Calvo traicionó a las víctimas. Después, el actual alcalde socialista, José Hila, se dio contra el muro de un juez de notorios antepasados franquistas (presidentes del Tribunal de Orden Público de la dictadura, en el que sin legítima formación de causa se envió a la cárcel a miles de españoles), que impidió el derribo eficazmente auxiliado por otros estamentos judiciales y, cómo no, la ofensiva en toda regla de la derecha política, la del PP, movilizada para que el pedrusco siguiera recordando quiénes ganaron la Guerra Civil. Hay que decir, porque las cosas son como son, que en su empeño el PP se ha visto asistido por organizaciones hasta entonces poco sospechosas de determinadas connivencias, caso de Arca, que ha hecho de la protección del pedrusco «cruzada de liberación» que posibilita al falangista Jorge Campos, factótum de Vox a pesar de haber sido despojado de ciertos galones, entrar en éxtasis junto a los suyos cuando corresponde. La excusa falaz de preservar un elemento arquitectónico es eso, excusa falaz. Los hay que siempre hallan el argumento para impedir que en España se haga lo que en Alemania con la herencia nazi. La diferencia esencial es la de que aquí la Guerra Civil la ganó el general Franco, que asistió a la inauguración del pedrusco levantado por obligada suscripción popular organizada en los años del hambre, en la década de los 40 del pasado siglo, por la Falange. En Alemania los nazis perdieron. Así se escribe la historia.

Bien, hete aquí que insospechadamente en el ayuntamiento de Palma, en el que cogobiernan, que conste en acta, PSOE, Podemos y los clérigos de Mes (PSM), se ha cavilado (es un suponer) que al ser el pedrusco un «elemento urbano» ha de ser realzado; se obtiene iluminándolo junto a la fuente con el color morado, el que lleva incorporado la republicana bandera de España; se ha elegido, por favor, por ser el la lucha feminista. No hay que confundir.

El Ayuntamiento ilumina y el Consell de Mallorca, donde gobiernan los mismos, aplaza la protección del pedrusco puesto que el Tribunal Constitucional (TC) ha aceptado el recurso de amparo presentado por Memoria Democrática. Peculiar. Hay más: la concejala Angélica Pastor, a la que Dios guarde muchos años, dice que mientras el pedrusco esté en pie, y lo está, vaya si lo está, es elemento urbano que ha de mantenerse por parte del Ayuntamiento. ¿Y lo del color morado? Pues que en un momento dado podría adquirir el color verde, el de Vox, para que Jorge Campos dé salida a sus vistosos éxtasis que le arroban cuando se cuadra ante el pedrusco, o, llegado el caso, la constitucional bandera de España, en la que, como todo el mundo sabe, o debiera, no luce el morado. La dictadura acabó con él en plena contienda y nunca más se pretendió que se supiera.

Pedrusco morado, verde o arcoíris, pero siempre vitando pedrusco que señorea Ciutat.

Acotación anticipativa. El candidato del PP para presidir el Consell de Mallorca es Llorenç de nombre y Galmés de apellido. Quédense con ellos porque, de obtener el cargo, dará que hablar. Sus declaraciones al ser designado son las propias de un político resentido, incapaz de hilvanar un argumento con cierta coherencia. Todo un hallazgo.

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