Sin aliados, la lista más votada

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Estamos a comienzos de febrero, no a fin de año, y hablamos de elecciones municipales, no de las series más vistas o del ranking de los libros más leídos, pero algunos siguen en el intento de simplificar lo complejo, de contar abstenciones donde hay votos porque tienen la evidente debilidad de no contar con posibles aliados. Volvemos al Georgie Dann de cada verano o actualizándome un pelín, el Camilo de nuestros agostos, para los jóvenes y deseados lectores. José María Aznar ya lanzó la propuesta estrella en la década de los noventa cuando las mayorías podían ser absolutas, rara avis ahora, y con los que había que sentarse a negociar eran cómodos partidos nacionalistas periféricos. Mariano Rajoy adaptó la propuesta a la segunda vuelta francesa, que voten lo que les dé la gana la primera vez, y ya en la de verdad, elijan entre ellos o nosotros. Que no entiendo cómo desde los más firmes defensores de la monarquía constitucional sale tanta propuesta republicana, tanto mirar a EE UU o Francia, con lo estables y consolidadas que están las monarquías del norte de Europa.

Es fácil, ya lo sé, se trata de perder o ganar, o mejor de que cale el discurso de la victoria antes de que se celebren las elecciones. Parte de la comunicación política es propaganda, y hay que venderse como el favorito al que solo una amalgama de perdedores le puede quitar el puesto. Todo el mundo quiere estar al lado del popular, nunca mejor dicho, y apartarse de los perdedores de la historia, y en eso está el PP, como la única posibilidad del centro, derecha, y un poco más a la derecha, porque no quiere repetir la experiencia traumática de compartir gobiernos con los macarras del sistema, y no le quedan más compañeros de viaje.

Esto no es inamovible, la política hace aliados impensables y ahí donde ahora parece imposible el entendimiento puede volverse a dar la negociación, CiU si siguiera existiendo daría buena cuenta de ello o el PNV, aunque la emergencia de Bildu hace mirar a dos lados con cada decisión. Que gobierne la lista más votada viene siendo un poco a mí qué me importa la representatividad, viva la gobernabilidad, si empieza por uno mismo. Si los sectores minoritarios quieren tener su voz en los plenos y en las asambleas, que vengan, pero que no molesten en las cosas de mayores. Nos adheriremos a sus simbólicas e ideologizadas mociones, pero que no gestionen un euro del presupuesto.

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