2023, el año del agitamiento populista

Fernando Toll-Messía

Fernando Toll-Messía

La última causa populista del siglo XXI fue el Brexit. Sus estragos son evidentes en el partido político más antiguo y carismático del mundo: El tory. Tal es el estropicio que desde 2016 los conservadores han tenido cinco primeros ministros, Reino Unido es la economía más débil del G7, y en 2025 perderán el poder en favor de los laboristas, para posteriormente, abrirse en canal. No obstante, les irá mucho mejor que a Argentina, donde Juan Perón y su esposa, Evita, destruyeron con reiteradas por falsas e incumplidas promesas una de las naciones más ricas de los inicios del siglo XX de América del Sur. Y eso probablemente ya no tiene solución. Se consuelan con ganar un mundial. Muy merecido, además.

Los populismos prosperan estando en la oposición a base de teorías conspirativas de distinta intensidad, prometiendo soluciones emocionalmente sencillas (levantar muros, expulsar a los inmigrantes, o acabar con los funcionarios) a problemas racionalmente complejos, para una vez en el poder dejar en evidencia sus superficiales propuestas y su temeraria incompetencia: escuchar los latidos antes de abortar para torturar más a la mujer que ha tomado esa decisión (García Gallardo, 31 años) o anunciar bajadas de impuestos cuando el Estado está en la UCI, para dos semanas después subirlos abruptamente (Liz Truss-Rishi Sunak).

2023 ha comenzado con un partido republicano en pleno delirio efervescente. A Kevin McCarthy, por primera vez en cien años en la historia de los EEUU, le ha costado quince votaciones hacerse con la portavocía del Congreso de los EE UU. Los populistas del MAGA le han obligado a tales concesiones que bastará que un solo congresista reclame su destitución para iniciar el proceso de remoción. Veinte congresistas del Freedom Caucus (nativistas, fundamentalistas, antiglobalistas y supremacistas) a la ultraderecha de Trump, tienen en sus manos al Congreso de los EE UU. 2023 va a ser el viaje de la Divina Comedia de Dante para el del Partido Demócrata de Biden. Una orgía populista del GOP (Grand Old Party) al estilo de la de sus primos ingleses tories.

Putin es un populista ultranacionalista que tiene muchas bombas nucleares. Amaga con ellas cada vez que la coalición occidental escala en su ayuda militar a Ucrania. Lo hizo cuando EE UU suministró decenas de HIMARS a los ucranianos, lo cual condujo a la pérdida rusa del Óblast de Járkov, y lo ha vuelto a hacer tras el reciente acuerdo por el que se ha decidido enviar tanques pesados para ayudar a los ucranianos bien a parar el contraataque ruso de la próxima primavera, bien para recuperar territorio en Lugansk y Donetsk. Pero no las va a utilizar porque no le van a dejar sus generales.

Lo anterior ha sido fruto de la presión norteamericana sobre los socialdemócratas alemanes. Olaf Sholz es un hombre indeciso que se debate entre incrementar la ayuda militar a Ucrania y conservar un ápice de posibilidades de volver a recuperar el negocio con Rusia que tan buenos resultados ha dado a Alemania durante décadas. Los alemanes siguen torturados por su pasado nazi y por la imposición de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial de no militarizarse. Esto último lo han superado ampliamente tras decidir invertir 100.000 millones en modernizar su ejército. La cuestión de ayudar más intensamente a Ucrania enviando tanques Leopard ha sido otra cosa. Fruto de la enorme presión internacional y de los verdes alemanes.

No quiero dejar de señalar la pobrísima aportación de España en ayuda militar a Ucrania. Nuestro país posee un PIB casi el doble del polaco. Estos han aportado enorme cantidad de armamento y, además, doscientos tanques. Nosotros, muchísimo menos de lo que podemos. Pero muchas y buenas palabras.

Ucrania ha perdido una generación de hombres y mujeres, y otra vivirá el resto de su vida con estrés post traumático, con todo lo que ello supone; se está quedando sin sitio para enterrar a sus muertos y le han robado su futuro económico. Tardarán cincuenta años en recuperarse según el estudio más optimista. La producción de acero ucraniana ha caído un 70%, los rusos retienen depósitos de energía, metales y minerales ucranianos por valor de 12,4 billones de dólares según la consultora estadounidense SecDev; han perdido de golpe el 80% de la producción de coque de todo el país, sus tierras poseen cantidades impresionantes de litio, carbón y hierro sin explotar, actualmente sembradas de minas, etc, etc.

El populismo es el mal del siglo XXI y sus efectos son similares a los de la peste. No se puede negociar con los populistas, sólo se les puede vencer con argumentos, cifras y resultados pragmáticos: enfrentar una epidemia, gestionar la inflación. Y en el caso de Rusia, conduciéndoles por la fuerza de las armas a la mesa de negociación. Ucrania necesita una posición negociadora más fuerte y occidente debe entender que esto debe suceder en 2023.

Alexander Litvinenko en su lecho de muerte dijo: «Puede que pueda silenciarme, pero el aullido de protesta en todo el mundo resonará en sus oídos, sr. Putin, durante el resto de su vida. Que Dios le perdone no sólo por lo que me ha hecho a mí, sino a nuestra querida Rusia y a su pueblo». Seis años después invadió Ucrania y sigue sin escuchar nuestros aullidos. Sólo escuchará los rugidos de los tanques y aviones.

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