Al Azar

El PP aprende a amar a Vox

Matías Vallés

Matías Vallés

Al filo de los ochenta, Schweppes nos advirtió del aprendizaje que conllevaba aficionarse a una bebida tónica con regusto amargo a quinina. Medio siglo después, también el PP ha de adaptarse a las asperezas de Vox, un partido agrio por definición. Castilla o León ha situado al partido de ultraderecha moderada en el mapa, las tierras de Reconquista vuelven a demostrar que las querellas intestinas de los aliados son más peligrosas que el combate a campo abierto contra el enemigo natural. El aborto no es el principal riesgo de ruptura, solo el primero de una batería de desafíos, bienvenidos a los gobiernos de coalición.

El PP aprende a amar a Vox de sobresalto en sobresalto. La crisis estatal desatada por una sola de las 17 autonomías apunta al riesgo de colapso estatal anejo a un Gobierno de PP/Vox, que se erige en la única opción de que la derecha recupere La Moncloa salvo para los fantasiosos. Feijóo cree que amargura viene de amar, y suspira por una ultraderecha a su imagen y semejanza, cuando los extremistas saben que su única oportunidad surge de la trepidación insolente. El vicepresidente castellano o leonés Juan García-Gallardo ni siquiera posee la estatura de un político provinciano, aunque se agranda junto al maniquí Mañueco. El primer ensayo de convivencia de las derechas es una aldea Potemkin vaciada, de aspecto apacible pero corroída hasta la médula por las disensiones internas.

Aprenda a amar la tónica de Vox, el sabor acre del pan pan y el vino vino. El insomnio que le provoca Podemos al PSOE es una broma, frente al estupor continuo de gobernar junto a la versión mediterránea de Trump y Bolsonaro. El desmantelamiento acelerado de Ciudadanos se estrellará contra la superficie granítica de los esencialistas de la ultraderecha. El PP podía aplicar el termostato cuando el extremismo habitaba en su seno, pero la emancipación tenía un precio. En la ley del mínimo esfuerzo que obedece con fiereza, Feijóo se planteará pronto si sentarse a esperar hubiera sido más fructífero que sentarse a pactar.

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