escrito sin red

Inventario de postrimerías de 2022

Ramón Aguiló

Ramón Aguiló

1.-Lo más sonado del caso Cursach fue su culminación en la sede de la Audiencia Provincial de Baleares, en Can Berga. Allí, después de la disparatada instrucción del juez Penalva y el fiscal Subirán, después de la petición de prisión provisional del fiscal Juan Carrau y consiguiente encarcelamiento del empresario de la noche y de su director general, de la retirada de las acusaciones particulares y del propio Carrau en escrito festoneado de tachones, el fiscal Tomás Herranz entonó una espectacular palinodia de las actuaciones judiciales. No sólo proclamó la inocencia del acusado, sino que le declaró víctima de gran injusticia, prorrumpiendo, ante el regocijo de los acusados y la perplejidad del público presente, precursora de la generalizada del ausente de la sala, en lo que sólo se puede calificar como llanto fiscal, ése que sólo se puede enjuagar con puñetas inmaculadas. El banquillo de los acusados estalló en aplausos. El único reproche que puede dirigirse al togado es que no tuviera los suficientes arrestos que requería el momento para proclamar con voz extasiada «Bartomeu Cursach, ¡Santo súbito!». Aquel día una nube negra de vergüenza que tardará años en disiparse se extendió sobre toda la ciudad de Palma.

2.- La muerte de Joseph Ratzinger evoca la gran diferencia con la trágica agonía de Juan Pablo II. Admirábamos en él, más allá de la fe que no compartíamos, la cultura, el rigor intelectual, la brillantez expositiva, el compromiso con la verdad. También su historiada lucha contra el relativismo, ésa que le hizo escapar de la esclavitud de su tiempo (a la que se ha rendido su sucesor) para, no siendo ajeno al mismo, trascenderlo dialogando con contradictores del fuste de Küng, Habermas, Bueno, Steiner, etc., en el eterno contraste entre razón y fe. No pudo con la corrupción y la pederastia de la Iglesia católica, para las que no son suficientes las dotes intelectuales y precisan de una fuerza de la que carecía, lo que le impulsó a dimitir de la silla de Pedro. Nada más lejos de su magisterio que la pancarta a las puertas de la parroquia de Son Roca que rezaba: «Hacer la comunión es guay». Siempre quedará en nuestra memoria su interrogación sobre el silencio de Dios a las puertas de Auschwitz. Me habría complacido conocer un análisis suyo de Marcos 11, el de la maldición de la higuera. Cuando niños nos explicaban que Jesús la maldijo porque no tenía frutos, era estéril. Pero Marcos nos dice que no los tenía porque no era tiempo de higos, no era estéril. A la mañana siguiente estaba seca. Pedro, que lideraba la comitiva, se la señaló, quizá buscando una explicación ante lo que a todas luces parece un acceso de furia incomprensible, impropia del galileo. Jesús se salió por peteneras fideístas.

3.- Cuando tras el congreso del PCCh Xi Jing Ping fue entronizado otra vez como secretario general, había voces que alertaban sobre el inevitable sorpasso chino a EE.UU., el supuesto éxito económico de los regímenes autoritarios sobre los democráticos, la supuesta excelencia científica que impulsaba a China al dominio del espacio y, tras la invasión rusa de Ucrania, la posible intervención sobre Taiwán, precedida por unas maniobras militares que rozaban el punto de no retorno, una temida ‘línea de sombra’ parecida a la que describe Joseph Conrad. Cuando empezaron las revueltas ciudadanas por los confinamientos de barrios y ciudades enteras por la estricta política de Covid cero, primero fueron reprimidas violentamente, después el régimen reculó y anunció una segunda fase de la estrategia gubernamental. Todo mentira. No había segunda fase, lo que sí estaba pasando es que la estrategia de la Covid cero estaba derrotando al régimen. Nadie puede aventurar el futuro cuando más de doscientos millones de chinos se están infectando las últimas semanas, alertando al resto del mundo por el riego de contagio y la aparición de nuevas variantes. Occidente lo ha hecho mucho mejor.

4.- Sánchez empodera a Yolanda Díaz, su gran esperanza blanca para salvarse él. La señora de vestidos glamurosos y melena refulgente se adhiere con superglue a toda cuanta autoridad global rezume izquierdismo o populismo. Lo hizo hace pocas fechas con Cristina Fernández de Kirchner, solidarizándose con ella después de ser inhabilitada por la justicia argentina por corrupción; ya se sabe, por las togas fascistas que, como las togas golpistas españolas entrando en el Congreso, en atinadísima expresión del eximio diputado Felipe Sicilia, no cejan en su determinación de acabar con la soberanía popular. Lo hizo con Bergoglio en Roma, a la que llegó en Falcon, traje negro, camisa blanca con lazada, pelo recogido y unos rosarios para bendecir. Lo ha hecho ahora con Lula en su toma de posesión como presidente. Se acercó tanto a su cara, escasos centímetros, que temí que fuera a plantarle un morreo de infarto. A duras penas sobrevivió el brasileño al pegajoso acoso feminista-trans-comunista.

5.- José Hila, en su discurso de la Festa de l’Estendard, se dejó llevar por la retórica de su jefe de filas. Así, calcó la reivindicación de ser «un gobierno de izquierdas» con una gestión realizada de «políticas progresistas». Es decir, se reivindicó a sí mismo no como alcalde de todos los ciudadanos sino como alcalde de una parte de los mismos, o, dicho de otra manera, se despojó de los trebejos institucionales propios del cargo que ostenta para revestirse de los de aspirante de parte, candidato. Sin el peso de realizaciones que hayan transformado la ciudad en su conjunto, diversas meteduras de pata, como el cambio de nombre de las calles de los almirantes, desencuentros con entidades vecinales, anarquía de patinetes y pintadas, altos precios de la viviendas y el permanente pancarteo ideológico de minorías en el balcón de Cort, se explayó en lo que sólo son, o bien proyectos de futuro o con futuro más que cuestionable, como el famoso tranvía. Tan luminoso era el futuro que describía que se olvidó del presente que demandaba música en Cort para celebrar las doce campanadas, para desencanto de los celebrantes. Después de dos legislaturas del PSOE en el poder en Palma, habrá que esperar a un alcalde del PP para que se dedique una calle a Fèlix Pons Irazazábal, cofundador del PSOE en Balears en 1974, diputado, ministro de España, presidente del Congreso de diputados, para vergüenza eterna de Hila y de Armengol. No hay otra explicación que el profundo cerrilismo populista imperante en el PSOE.

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