Una ibicenca fuera de Ibiza

Prólogo

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

Enero otra vez. Como el prólogo de un año en blanco. ¿De qué versará esta vez? Ojalá un libro de viajes, de aventuras. Ojalá un libro con final feliz.

Cuando decidí que por qué no lanzarme en el triple salto mortal y publicar un libro envié un whatsapp a Pere y a Kary para decirles —que no preguntarles— que ellos escribirían el prólogo. Pere —que es con diferencia el más sensato de los dos, o incluso de los tres— me respondió algo del tipo que, por favor, si bebía vino no manejara maquinaria pesada ni grupos de whatsapp, a lo que le contesté —con la mano que me quedaba libre de la copa de vino—, que no se hiciera el exquisito, que anda que no había probabilidades de que esta fuera la única vez que alguien le encargaba un prólogo. Me dio la razón y esta es la historia de cómo los nombres de Pere y Kary tornaron aún más prestigiosa la lista de autores de la Biblioteca Nacional de España.

Dicen que no hay que juzgar un libro por su portada. Que a las portadas, con los años, les saldrán arrugas y les caerá el pelo. Pero por el prólogo sí, ¡por el prólogo sí! Un buen prólogo te puede acompañar toda la vida; hacerte pensar, hacerte reír y es augurio de un buen libro.

Pero como no es prólogo todo lo que reluce, ¡cuidado! También hay eneros que son el día de la marmota, promesa de otro año que pasaremos atrapados en él más de lo mismo.

Es la enfermedad que padecía Phil Connors, el ególatra reportero de la televisión de Pittsburgh enviado un año más a cubrir el tedioso festival anual del Día de la Marmota en Pansatoni (Punxsutawney), Pensilvania. Como cada 2 de febrero —fecha que marca la mitad exacta en el calendario entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera—, su tocaya, la marmota Pansatoni Phil, de profesión ‘vidente de videntes, sabio de sabios, pronosticador de pronosticadores y profeta extraordinario del clima’, asomaría desde su madriguera ante una multitud impaciente por que llegue la primavera. El maestro de ceremonias —y único hombre en el mundo que domina el idioma ‘marmotés’—, elegantemente vestido de frac y sombrero de copa, traduciría lo que la marmota le susurra al oído. Si cuenta que al salir, vio su sombra, aún quedarían seis semanas de invierno. Pero si la marmota no vio su sombra, entonces, quedaría ya poco invierno.

Pero una maldición cae sobre el petulante reportero que, sin saber por qué, despierta una y otra vez en la misma habitación de hotel de aquel pueblo que desprecia. Y siempre es 2 de febrero. Al ir descubriendo que sus actos no tienen aparentemente consecuencias, que no hay culpa ni castigo que dure más de 24 horas, pone a prueba todos los límites; se enfrenta a la policía o hasta se suicida de múltiples formas, pero sigue atrapado en el tiempo. Hasta que, con el paso de los días —o del mismo monótono y repetitivo día—, Phil se resigna a su destino en esa prisión temporal que le obliga a convivir con esas personas que detesta y en lugar de malgastar el tiempo, aprende francés, medicina, a tocar el piano o hacer esculturas de hielo. Y en su humanizante metamorfosis, donde ya nada importa su día, acaba dedicándolo a mejorar el de los otros. Solo entonces se obra el milagro y febrero y la vida siguen su curso, pero Phil Connors es un hombre definitivamente distinto.

Hay maldiciones que son bendiciones.

Todo depende del punto de vista. Como hay milagros vistosos y otros mucho más humildes. También hay otros que precisan que creamos en ellos. Como que a pesar de que la esperanza de vida de una marmota sea de unos seis años —la mitad de este tiempo hibernando—, Pansatoni Phil ejerce la tarea de pronosticar el final del invierno desde 1887. No es la única longeva marmota. Aunque el evento de Pansatoni sea el más famoso —más aún desde que se convirtiera en destino turístico tras el éxito de la película—, el festival del Día de la Marmota se celebra en muchos lugares de Estados Unidos y Canadá. Un equipo de investigadores de la Universidad de Lakehead, en Ontario (Canadá), decidieron analizar las predicciones de 33 reputadas marmotas a lo largo y ancho de la geografía de ambos países y el estudio concluyó que las marmotas acertaron sus pronósticos de la llegada de la primavera exactamente el 50% de las veces. Esto es, ya ven, el equivalente a lanzar una moneda al aire.

Así que preguntarle a una marmota puede ser, como lanzar una moneda, algo tan aparentemente inútil como profundamente transcendente porque, de todos es sabido, cuando no sepas qué decisión tomar, lanza una moneda. No porque la moneda vaya a decidir que cara o cruz, sino porque hay un momento exacto, justo cuando la moneda esté en el aire… en que repentinamente sabes de qué lado deseas que caiga. Y ahí está. Ya lo tienes: el prólogo del prólogo de tu 2023. Ahora toca ir a por él. Escribirlo. Porque los años, como los días, no son buenos ni malos, sino lo que hacemos con ellos. Ojalá un libro de viajes, de aventuras. Ojalá un libro con final feliz.

Feliz año nuevo.

@otropostdata

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