Al Azar

A quién le importa el Constitucional

A quién le importa el Constitucional

A quién le importa el Constitucional

Matías Vallés

Matías Vallés

Si Rebelión en el Constitucional se hubiera confeccionado como una teleserie, la habrían retirado de la parrilla tras una desastrosa primera temporada. Es fácil imaginar al director de programación de la plataforma gritando por los pasillos, «A quién le importa el Constitucional, cómo pude permitir que me colaran este tostón. ¿Qué es lo siguiente que me propondrán, Pánico en la Real Academia?». Las lamentables audiencias no deben disuadir a quienes asumimos la trabajosa misión de escribir para la historia. La autodesignación del TC como primera y casi única cámara democrática confirma la aceptación de la involución en curso. Los artífices del 23F hubieran salido hoy a hombros, y se habría alabado al Tejero ahora con mostacho recortado por ejercitar la decaída musculatura de los diputados, obligándolos a arrojarse al suelo.

Otra diferencia con el 23F es que los nuevos aseguraban que los habían llamado del Congreso. Es curioso que los fanáticos de los golpes postmodernos no adviertan el encaje sutil en esta figura de las tretas del Constitucional, para controlar de qué hablan las cámaras. Es una trampa equivalente a afirmar perentorios que «el Tribunal ha decidido», cuando el voto nada unánime fue seis a cinco, otra transposición de la derecha que se expresa en nombre de España entera. Sería más claro hablar de escisión, españolito que vienes al mundo, uno de los dos TCs va a helarte el corazón.

Se ha asistido a un arrodillamiento postmoderno, pero tampoco diputados y senadores parecen excesivamente preocupados por la intromisión, una vez comprobado que la inacción forzosa no afectará a sus haberes. El descuido ha llegado a la titulación, donde el erróneo «El TC impide» sustituye al más exacto «El TC prohíbe». Las cámaras se quedaron impedidas por voluntad de sometimiento propia, aunque desde luego que los culpables son los jueces y no Feijóo, porque los designios sublimes de Armada no absolvían la mamarrachada de Tejero. Ignorar a los desquiciados es otra forma de triunfar sobre ellos, la única disculpa de la nueva normalidad es un aforismo.

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