Desde el siglo XX
2023 dirá si el PP gana en las urnas lo que CGPJ y TC le dan ilegítimamente
En mayo autonómicas y locales, a finales de año elecciones generales, en ellas se dirimirá si las derechas culminan la ofensiva iniciada por el poder judicial
El Gobierno de coalición de las izquierdas españolas, el más parecido al del Frente Popular que en 1936 fue víctima del golpe militar que abrió las puertas a la Guerra Civil y a la dictadura del general Franco, del que nace la restauración monárquica actualmente en la jefatura del Estado (sigue pendiente su validación genuinamente democrática, aunque se asuma la del seis de diciembre de 1978), entra en 2023 confrontando la llamémosle batalla final de la guerra abiertamente declarada en su contra por la derecha judicial parapetada en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional (TC), que aguardan el resultado que puedan obtener PP-Vox en las elecciones locales del 28 de mayo y en las generales con las que se cerrará el año a punto de iniciarse. Es bueno saber qué es lo que se dirime. El Gobierno presidido por Pedro Sánchez, en el que se amalgaman las izquierdas, auxiliadas por nacionalistas periféricos de diversa condición, demasiadas veces con intereses contradictorios a los que defienden en Moncloa (ERC siempre será aliado esencialmente casquivano), en imagen que nos retrotrae a las fuerzas que se aliaron en febrero de 1936, solo que las condiciones climáticas son hoy tan diferentes que las comparaciones casi se hacen a beneficio de inventario, intentará parar la embestida de las derechas, a las que ha ablandado el terreno sus socios del CGPJ y el TC.
Lo han hecho quebrando la legalidad constitucional a la que han puesto en berlina, en riesgo de que suceda lo que otras veces ha acontecido en las dos postreras centurias de desgraciada historia española. No vale la pena detenerse en lo dicho por Felipe VI en su comparecencia de Nochebuena. Los lugares comunes son eso, lugares comunes a los que se responde desde la política con otros lugares comunes. Si lo que dice el jefe del Estado es del agrado de PSOE, PP y Vox y execrado por todos los demás año tras año es que el jefe del Estado ha entrado en vía muerta. La única vez que la cosa tuvo su gracia fue cuando Juan Carlos I afirmó que la justicia era igual para todos. No se ha reiterado el choteo.
El PP, de ganar las elecciones, a lo que se afana la tercera derecha, la mediática, prodigando uno tras otro prefabricados sondeos electorales (el canal de televisión supuestamente progresista, que se ha sumado a la ofensiva, es de un tramposo excesivamente evidente), habrá hecho buenos los ilegales trapicheos encadenados puestos en marcha desde el CGPJ y el TC. El presidente de éste último, Pedro González-Trevijano, de muy torticera desenvoltura, acompañado por Enrique Arnaldo, magistrado de descarada impudicia, han horadado la Constitución que las derechas enfatizan defender de la vesania de independentistas y batasunos, socios sobrevenidos de Sánchez.
Estamos aproximándonos a procesos electorales que esta vez sí son decisivos: si las izquierdas consiguen aguantar, si cuando culmine el año el Gobierno de coalición puede encarar una nueva legislatura, se habrá abortado la operación urdida en los márgenes de la legalidad, que se ha movido cuarteándola para hacer naufragar, como en 1936, el proyecto de un nuevo Frente Popular. No lo tienen fácil las izquierdas, pero tampoco despejado el camino las derechas. Estas se han topado con un presidente del Gobierno que se cimbrea con soltura; no es lerdo incapaz de enterarse de lo que se cuece, caso de Casares Quiroga, jefe del Gobierno en vísperas del 18 de julio del 36. Pedro Sánchez se las ha tenido muy tiesas con los de su propio partido, a los que ha hecho doblar la cerviz. Bregan en su contra, haciéndole el caldo gordo a las derechas, algunos de los nominalmente socialistas que presiden comunidades autónomas. El caso del manchego García Page es chocante. En Ciudadanos sería líder indiscutible. Hasta hoy Sánchez aguanta; además, en el exterior se fortalece.
No es poco para el «felón», «mentiroso», «amoral» y «usurpador» que gobierna España. A Núñez Feijóo Galicia empieza a recordarle el paraíso perdido que colige que tal vez no debió abandonar a deshoras.
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